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Debido a la falta de precisión que encontramos en las referencias anteriores, nos propusimos estudiar el tema. Se trataba de hacer recordar a nuestros informadores los nombres de sus bohíos anteriores a la paci ficación definitiva, su situación, los jefes o Ñatubi y el número de per sonas de que se componían. Mis. 29 (1967) 396-399; lo., Ogbabú, Sabit y Aructatá. Estaciones mísionales para motilones criollos del Río de Oro (Ikí) y del Catatumbo (Dará), en Ven. Mis. 30 (1968) 21-23; ID., Sen Pedro de Agdoda. Centro Mísional de Ja Mo tilonia, en Ven.Mis. 30 (1968) 90-92; lo., San Felipe de Koddayí y San Mateo de Yégbachí. Estaciones de Aricuaisá, en Ven.Mis. 30 (1968) 146-149; ID., Centro Misional de Saimadoyi, en Ven.Mis. 30 (1968) 244-247; ID., Así nace un pueblo, en Ven,Mis. 31 (1969) 34-37; lo., Nueve años viviendo con tos motilones, en Ven.Mis. 31 (1969) 230-232; ID., Diez años con tos motilones, en Ven.Mis. 32 (1970) 200-201; ‘lo., La vivienda entre los mofltones, en Ven. Mis. 33 (1971) 54-55; G. ALvAREz, Bogsí: una comunidad indígena hoy, en NM. 68 (1976) 109-111; lo., Una comunidad indígena hoy, en NM. 85 (1979) 66-70 (el mismo problema que el del art. anterior actualizado). Entre los objetivos que la comunidad barí de Bokshí se propuso en su proceso de inculturación resalta el de su mejoramiento habitacional. Y lo jus tificó no sólo por razones higiénicas, sino también por motivos sociológicos: mayor integración de la familia, posibilidad de mejorar sus técnicas habitacio nales... (G. ALvAREz, Una comunidad..., 68). Lo que parece no estar de acuer do con la postura de Jaulin. Ciertamente que dicho proceso ha seguido en los últimos años unas normas respetuosas con la cultura barí: selección de recursos en concordancia con su estilo de ser y pensar comunitario, motiva ciones psicológicas ante cualquier cambio, autogestión cornunitaria (cf. a. c.). En cuanto a la nueva forma habitacional se ha respetado en lo posible la cercanía de familiares, relaciones de amistad y pactos... El mismo Ñatubái actual de Bokshí, Alonso Añandóu, nos aclaraba sobre este asunto de la vi vienda y otros relacionados con él: «es muy fácil pensar en dejarnos como estábamos y justificarlo por algunos profesores que, después de pasar por aquí una temporadita, vuelven a sus lujosos pisos de sus respectivos países civiliza dos para juzgar nuestra actuación y la de los misioneros desde una oficina...». Respecto a las críticas que algunos antropólogos hacen contra los cambios introducidos en la vivienda y la desaparición del bohío como «casa comu nal», hacemos nuestra la afirmación de Alvarez: «La sustitución del legendario bohío por viviendas familiares puede ser discutible; pero parece que ni su pone ningún atentado serio contra la estructura sociocultural si el grupo es quien ha sentido la necesidad de hacerlo así y motiva el cambio de forma natural y no por imposición. Ellos mismos levantan sus hogares y los acon dicionan a sus necesidades» (a. c., 69). Creemos qu aquí pueden aplicarse también las palabras de reto que Alvarez lanza en otro de sus artículos, re firiéndose a parecidas acusaciones: «Acusados de etnocidas, explotadores y mediatizadores... sugerimos que “vengan y vean” todos aquellos que juzgan nuestra actuación desde una oficina o despacho» (Bogsí: una co?mlnidad indí gena hoy, en NM. 68 (1976) 110). En esta misma postura negativa ante todo el proceso de cilización del pue blo barí, presenta E. Caballero Calderón al protagonista de su novela histérica. Frolienius. Se muestra partidario de la actitud crítica de laulin (36), reconoce la labor negativa tanto de los misioneros como de las Compañías petroleras (36. 37. 39. 43. 46. 74). «Civilizar a los indios, resume su protagonista en sus 74

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