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rístico pliegue epicántíco interno; cejas y pestañas despobladas en los más ancianos. Totalmente lampiños; con frecuentes escoriaciones de la piel; boca ancha; dentadura bien formada y conservada; labios angos tos y finos, con sonrisa constante característica; nariz pequeña, algo abultada en ios extremos; rostro con frecuente mancha pigmentaria mongoloide. Particular agudeza auditiva; hombros amplios, sin grasas; tórax espaciado y musculoso; físico destacado en la mujer; manos y dedos anchos; piernas gruesas y musculosas; pies muy desarrollados, con gruesa callosidad, con dedos abiertos y extendidos, bastante abier tos en sus membranas y con pronunciada separación del dedo gordo. Total: en cierta forma, figura bien proporcionada y atlética ‘. 5. ESTRUCTURA DEMOGRÁFICA Otro de los puntos misteriosos de este pueblo es el de su demo grafía a lo largo de su historia. Durante los siglos xvi y xvii se des conoce en absoluto el número de su población. Desde los primeros contactos no pacíficos hasta el siglo xviii existe una gran confusión. Dada la amplitud de su territorio y las frecuentes incursiones en tierras civilizadas motivaron con frecuencia que la fantasía de los civilizados cayese en afirmaciones un tanto legendarias sobre la población concreta barí. El problema de determinar concretamente su demografía en estos siglos resulta, prácticamente, imposible. Los mismos censos verificados por los misioneros ya en el siglo xviii adolecen de ciertas precipitaciones e irregularidades: se verifican sin el debido control y globalmente, con dificultades infranqueables que po demos suponer, por lo que no ofrecen la garantía científica suficiente. liso, no suelen encontrarse personas calvas ni canosos; ojos negros, grandes, salientes, con brida mongoloide y penetrantes con el caracte 41. Como dato etnológico interesante los autores resaltan el haberles lla mado la atención el desarrollo pronunciado del dedo gordo del pie izquierdo. No concidimos con la explicación que aportan: «Nos explicamos esto porque el motilón fija su arco en el suelo y lo sostiene con el dedo gordo del pie iz quierdo, el cual soporta la tracción» (A. B0RJAS RoMERo, a. c., 316). Precisa mente una de las diferencias con los yiikpa es ésta: mientras los yukpa rea lizan de esa forma el tifo de arco, los barí raramente lo hacen. Tienen sufi ciente fuerza para colocarlo en alto y raramente con el pie. Ellos mismos lo consideran denigrante, sintiéndose superiores a sus vecinos. La explicación que podría presentarse como satisfacotría es la siguiente: los barí, además de an dar siempre descalzos por la selva, lo que les obligaría a cierta distensión de los dedos, sostienen la cabuya o cordeles para hacer las flechas y arcos con dichos dedos y las mujeres los utilizan para tejer. 46

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