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6. Gran maestro, fundador de la cultura y legislador moral. Intro duce los bienes culturales y crea las bases de las instituciones socioeconómicas por las que debe orientarse la comunidad barí. Al mismo tiempo, crea las normas del comportamiento barí, según las cuales serán enjuiciados, en la vida del más allá, con el consiguiente premio o castigo 27O 7. Bondadoso e ideal de los barí. De él procede todo lo bueno y su comportamiento es irreprensible. ga Alejamiento definitivo, después de vivir durante cierto tiempo con ellos, provocado por culpa de un barí. Este hecho de la interrupción violenta de su presencia motiva el fin de la época mítica, paradisíaca: se cofta la comunicación con el cielo e irrumpen toda clase de males, particularmente las enfermedades y la muerte. Su morada es el cielo, donde goza de eterna juven tud y de la más completa felicidad. formación, configuración de un material que se presupone preexistente, en forma amorfa, caótica. Igualmente por lo que respecta al mito antropogónico. No puede, por tanto, interpretarse desde sistema alguno «creacionista» en sen tido estrictamente filosófico o teológico. Esta preocupación intelectual es aje na al interés de la mitología de la tradición barí. 270. La mitificación de las normas de comportamiento de una comuni dad étnica, haciéndolas proceder de los personajes fundadores de su propia cultura, dándoles, así, origen divino, es un fenómeno bastante generalizado en la Historia del hecho religioso. El mito barí considera al hombre «formado» en el momento en que se halla ya con sus instituciones socio-económicas debida mente asentadas, que hace derivar del mismo Sabasba, dándoles carácter «sa grado». Pertenece a la sociología religiosa descubrir las motivaciones verdade ras de esta mitifícación. Ciertamente, se encubre una tendencia a defender la propia conservación del grupo, atribuyéndoles un origen y autoridad sagrados, cuya transgresión comporta el sentimiento de culpabilidad, no sólo ante la co munidad, sino, también, ante el mismo Sabaséba. La tradición barí —no di ferente en esto a la generalidad de las tradiciones religiosas de otras culturas, incluso más avanzadas, aunque no debidamente secularizadas—, consagra, «Sa craliza», de esta forma, fenómenos culturales que son, más bien, de natura leza profana, expresión de los imperativos del modo de ser de su etnia, pero en búsqueda de garantía absoluta, distinta, no profana, «religiosa». Creemos que esta «sacralización» religiosa de sus modelos culturales, expresados en nor mas, preceptos vigentes ha hecho posible y fomentado el ancestral conservadu rismo de la tradición barí. Esta se ha mantenido fiel y coherente con la for ma de sus orígenes, aun en los más mínimos detalles, que ya hemos anali zado en otro contexto. 305
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