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2.2.2. La pesca (Kktü”) Para explicar el origen de esta ocupación tan preferida por los barí y tan necesaria para su subsistencia, acuden, también, al mito de los orígenes culturales. Ya hemos analizado el modo concreto en que la tradición barí mandaba realizarla. Lo basaba en los tiempos en que Sabasba vivía entre los barí. Kokébadóu es el nuevo personaje al que se le hace entrar en escena para explicar desde la mitología este hecho cultural. Se trata de un Saimadoyi que aparece siempre en íntima relación con el agua: derriba con Sabasba los árboles de donde surgen los ríos, los caños, los mares...; origina las distintas estaciones anuales (invierno verano); defiende a los barí contra los Nischkú... Pero, sobre todo, en la mitología barí aparece como «el dueño de los pescados», «el señor de los peces». El encargado por Sabasba para enseñar el arte de la pesca a los barí y de proporcionarles el suficiente pescado. La pesca, tal como la realizan aún hoy día los barí, supone una verdadera fiesta y un arte perfecto en organización: su jefe («Taísáisaí bái»), las funciones distintas según el sexo, el modo de hacerla, modo de transportar los peces... Los barí siguen insistiendo en la fidelidad a sus orígenes primigenios. Pero, ¿de dónde proceden ios pescados? ¿cuál es su origen primi tivo? De nuevo aparece en el mito etiológico barí una narración verda deramente poética. Los ancianos nos relatan que, cuando estaban Saba sba y Kokébadéu haciendo los ríos, los caños..., de las cortezas de los árboles que partían salía mucha clase de pescados que tienen espinas; del corazón de los árboles salían, en cambio, los peces que no las tie nen. Según iban desfilando ante ellos, Sabasba les iba imponiendo los nombres con sus distintas funciones: «Tú te llamarás corroncho, boca- chico, sardina, panchú, bagre, ballena, doncella, raya, baratón, babilla, caimán...». Al caimán le dijo: «A ti, después de darte fuerte en la cabeza, te comerán». Al bagre: «Los barí se quedarán asombrados al verte la cabeza; pero te chuzearán bien fuerte en la misma». A los vertebra dos: «A ti te pondré espinas y te pondré los huesos poco fuertes; te chuzearán y te moverás rápido y fuerte, hasta partir por mitad el chu zo». A la babilla: «A ti no te comerán». A la doncella: «A ti te co merán como si fueses un plátano bien maduro; no te pondré espi nas. . .». 263

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