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rante la época de verano, sin embargo, en épocas especiales —invierno—, existen abundantes aguaceros que, sin duda, imponen respeto y sitúan al hombre en la selva ante el miedo y el asombro, ante lo insólito. Según la mitología barí, la lluvia («Dikái») es producida por una viejecita («Síbabió») barí que habita en el cielo. Allí tiene diferentes totumas («Bachukdú») o re cipientes de todos los tamaños, encima de la región de las nubes, que con serva bien tapaditos. Cuando la viejecita desea que llueva, destapa algunas de ellas y las va derramando sobre la tierra. Si llueve poquito, en cambio, son producidos cuando derrama totumas grandecitas. El viento se encarga de esparcirla por el espacio, por lo que la lluvia nunca cae juntita y sobre el mismo lugar. El zamuro blanco está también encargado de ayudar a la viejecita para derramar el agua de las totumas. Una vez más, en este mito aparece el gran personaje de la cultura barí: Sabasba fue quien, precisamente, le encargó esta misión a la viejecita. Desde entonces, existe la época de lluvia y sigue lloviendo hasta ahora. Respecto al verano, o época de calor («Asókbarí»), sus mitos acuden también a los tiempos primigenios, cuando estaba Sabasba entre los barí. Y lo explican así. En tiempos antiguos —el de los Saímadoyi—, cuando todavía Sabasba vivía entre ellos, cierto día en que estaban preocupados por la cantidad de agua que llovía, Sabasba mandó a Kokébadóu que enviase a sus hijos a recoger hojas de palmera real («Kukdá») para quemarlas. Una vez recogidas y puestas en un monton cito, Sabasba las quemó produciéndose, entonces, el calor, la época del verano. Hecha la prueba, Sabasba señaló a Kokébadóu esta mi sión: «Tú te vas a encargar de echar “Kukdá” (hojas de palmera real) para que se produzca el verano». Kokéba repitió la prueba. Mandó de nuevo a sus hijos a recoger de las hojas que Sabasba le había señalado; hicieron el montón y Kokébadóu les prendió fuego y se produjo de nuevo el calor. Desde entonces, cuando Kokébadóu quema hojas de palmera real, se produce el calor. A veces, quema poquitas. Entonces, los ríos descienden un poquito, quedando con agua sufkiente para pescar. Cuando quema mucho, en cambio, se secan aquéllos, hace mucho calor y no se puede pescar. Ocurre, a veces, que las hojas están algo verdes. Y es por lo que se experimenta todavía algo de frío. En la narración mitológica efectuada por Akairogbá, es interesante anotar el diálogo entre Sabasba y Kokébadóu; aquél es presentado con cierto carácter de superioridad y como entablando un diálogo donde 229

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