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Analizando el mundo social barí en sus distintas facetas —organiza ción social (externa e interna), socioeconómica y tradiciones—, inten tamos, ahora, acercarnos al estudio de su mundo religioso. El hecho religioso se muestra en su estructura interna como un sector de la vida humana sumamente complejo e irreductible a cual quiera de las manifestaciones culturales restantes. Constituye una esfera específica en la que el hombre proyecta su forma de ver, de estar y de vivir dentro de un contexto cultural determinado, provocándose una experiencia personal y comunitaría particularmente novedosa; pero no por esto independiente de las otras experiencias humanas. Entre otros motivos, de ahí arranca la dificultad de definirlo y de someterlo a esquemas culturales que nos lo hagan comprensible y lo diferencien de éstos, aun teniendo en cuenta su necesaria interrelación. Si todo acercamiento al fenómeno religioso entraña, de por sí, un riesgo en el conato de definirlo, éste se acentúa de forma particular al pretender analizar su significado en las culturas primitivas. Estas repre sentan, como ya hemos anotado a lo largo de nuestro trabajo, un mundo tan distinto al de las culturas desarrolladas en su modo de interpretar y de enfrentarse prácticamente con la vida, que nos hacen muy labo riosa toda pretensión de comprenderlo. La sociedad barí, como toda cultura primitiva, es esencialmente integradora. Existe, por tanto, en ella una constante y connatural cone xión entre las formas sociales y religiosas por lo que, a la hora de precisar, resulta difícil seccionarlas. El análisis del mundo religioso barí se presenta, por consiguiente, desde el inicio, con una proble mátíca seria: la determinación exacta de su propia y específica iden tidad. Por otra parte, el mundo religioso es fruto de experiencias humanas que llevan en su misma entraña la polivalencia. Esto determina y ex plica, a su vez, la posibilidad ilimitada de vivirse y expresarse en un 193

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