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llamado de esta forma). Esta resma actuaba como droga desinfectante y se derrítía con un tizón. Una vez que se conseguía esto, la resma la mezclaban con el tabaco, se metía en la encía inferior, entre los labios y los dientes inferiores, donde, a fuerza de dar vueltas, se humedecía con la saliva, formando un conjunto de pasta blandita. Una vez que se hallaba en esta forma, se escupía sobre la parte afectada y allí se extendía con la mano repetidas veces, con ciertas interrupciones opor tunas. La mezcla conseguida procuraban guardarla en «Loksá» (especie de totumas pequeñitas) para emplearla en el momento apropiado. Se conservaba en el bohío; pero, en sus salidas, solían llevarla consigo, colgada al cuello. No todos los miembros de la comunidad podían aplicarlo. Estaba reservado oficialmente, por tradición recibida de los Saimadoyi, a los «Yakúikuibái», o ancianos curanderos. En algunos casos excepcionales también lo aplicaban las mujeres ancianas que conocían el secreto. Existían diversas fórmulas para su aplicación, sólo conocidas por los ancianos y ancianas. Eran tenidas como «secreto» reservado, que no se transmitía sino a los ancianos. Quizá fuese este el motivo que dificultó en su primer momento el que éstos sintiesen fuertes reparos en comu nicarme el «secreto de los Yakúikuibái». El contenido de estas fórmulas siempre decía relación al deseo de que el tabaco utilizado actuase como remedio de enfermedad, como fortificante o como maleficio, según la finalidad con que se utilizaba. El anciano que lo realizaba, además de recitar ciertas fórmulas pri mero y de canturrearlas, solía, después, dar unos saltitos cada poco, según pudimos apreciar en la manifestación práctica que nos hizo Akai ragdóu. También nos reveló algo que consideramos de suma impor tancia en nuestro estudio de campo. Cuando aplicaban el tabaco, jamás acudían a Sabasba para invocarle, o raramente; Sabasba curó y ense ñó a los Saimadoyi a realizar estos ritos. Pero ahora los barí no lo necesitan; por eso no acuden a él 176 176. Resulta anacrónica con cuanto llevamos dicho la interpretación que A. de Víllamañán hace de un fenómeno tan corriente entre los barí, particu larmente entre niños: jugar con las mariposas. «Cuando obtienen la salud de seada, hacen por demostrárselo a los basunchimba, como recogiendo mariposas y tirándolas al aire para los basunchimba, todo ello en señal de agradecimiento» (Cosmovisión..., 25). Una vez más queda confirmado lo que ya hemos indica do respecto a la interpretación de estos fenómenos: proyectamos intenciones de nuestra cultura religiosa que nada tienen que ver con la cultura han. 172
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