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nuevo en sus antiguos cuerpos, y que pretendían impedir. El pueblo barí admitía una profunda interrelación benéfica entre los espíritus y sus familiares; pero también les atribuían maleficios, como derrumbar el bohío por la noche, levantar vientos fuertes, producir enfermedades, nieblinas que ocasionaban perjuicios... Todos estos fenómenos eran considerados como insólitos, inquietantes y atribuidos, a veces, a los malos espíritus de ios muertos. De ahí el sentido de estos ritos: contra posibles maleficios. No existían otras ceremonias fúnebres. Los que acompañaban al cadáver para conducirle a la selva iban serios y tristres, pero, al mismo tiempo, con la naturalidad tan característica del barí antes estos acon tecimientos que aceptaba con resignación a la que, sin duda alguna, la frecuencia de la muerte entre ellos les había ya habituado. No existían tampoco «entierros secundarios», como se ha afir mado 171 Sí existía, en cambio, una costumbre antigua de luto. Durante unos diez días consecutivos la familia no salía de cacería ni de pesca. Es un dato que aportan con seguridad nuestros informadores. Y es pre cisamente durante este tiempo de luto cuando la familia cantaba en el bohío. Este canto no era función exclusiva de los varones. Cantaban principalmente el papá del difunto, el hermano o el cuñado. También cantaba la mujer del marido muerto. En cuanto al contenido de estos cantos se movía dentro de un esquema común: indicación del aconte cimiento de la muerte del ser querido y su explicación, motivación del llanto y relato de vivencias sobre su vida futura, sobre su nueva si tuación. Recogimos tres formas distintas en su realización, representadas por Fernando Akuéro, Adolfo Akairagdóu y Emilia Bakéki, con el siguien te texto 172: a. Akuéro: «A... a... e... e... Ha muerto mi hijo pequeño. Ha muerto mí hijo pequeño y yo su papa lo acompaño. “Daviddú” lo ha cogido. Por eso lloro. Su espíritu se ha marchado al cielo. Y yo le acompaño con el pensamiento. Ya está enterrado y por 171. C. de ARMELLADA, a. c., 187-188. Sobre el rito observado por los barí para enterrar a sus muertos, cf. A. de VILLAMAÑÁN, Cómo se ttaman tos moti lones, en Ven.Mis. 23 (1961) 100; ID., Cosmovisión..., 25-26. 172. Hemos recogido un modelo en el que interviene también una mujer, ya que también éstas cantaban con motivo de la muerte de algún ser querido, en conformidad con su tradición. 169

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