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Durante el recorrido se habían ido situándose las mujeres en pues tos claves; allí, escondidas, procuraban poner obstáculos o trampas, con bejucos atados a ios árboles que alzaban en el momento oportuno, o tirarles barro, para que ganasen sus predilectos. El ritmo de la carre ra era siempre idéntico. Lo que daban de sí; y conste que el barí es un extraordinario corredor. La distancia variaba entre tres a diez o más kilómetros, según las distintas circunstancias. El premio era siem pre el mismo: el prestigio que adquirían ante el grupo, sobre todo ante las muchachas, si los campeones eran solteros. Si la pesca había sido abundante, para celebrar la victoria de la competición, los hombres, al llegar al bohío, se acomodaban en sus chinchorros y comenzaban a cantar sobre temas de pesca y sobre las hazañas realizadas en la carrera, sobre todo por parte del vencedor. Mientras, las mujeres preparaban la comida de la tarde 132 dejando para el final a los ganadores de carreras anteriores y que se preveían como favoritos de nuevo. En intervalos señalados por el «Iddónamái», iban saliendo, periódi camente, los participantes, que procuraban gritar con fuerza hacia ade lante para inquietar y turbar los nervios a los que les precedían. 132. Hemos notado que en la descripción que A. de Vil1amañín hace de la pesca y caza batí intenta descubrir «intenciones religiosas», introduciendo elementos de ritos dirigidos a los «Basunchimba» (sus muertos) (cf. Cosmovi sió;z y retzgiosidad barí..., 21-22). Creemos que no existe fundamento alguno serio para admitir la existencia de tales elementos rituales de oración dirigida a los «Basunchimba». Movidos por esta opinión, les preguntamoc repetidas veces, y en distintas ocasiones y grupos, sobre el sentido que daban, o po dían haber dado antiguamente, al dejar «trozos de carne» (22), «pescado» (22), etc., al finalizar dichas faenas. Ninguno de ellos confirmó la existencia de ta les «intenciones». Eran, más bien, residuos de carnes y de pescado que, una vez limpios, dejaban sin más motivación ulterior. De todas formas, el artículo al que nos venimos refiriendo padece constantemente de esta pretensión: de querer ver intenciones religiosas en todo cuanto realizaban los batí, por in significante que aparezca. Creemos que tal suposición no responde a la reali dad, ni resiste un análisis fenomenológico seriamente llevado. Piénsese, por ejemplo, en los datos que indica sobre que «algunas mujeres hacen también regalos de esterillas nuevas a los basunchimba, dejándolas un tiempo a la puer ta del bohío» (23; sobre la fabricación de chinchorro, guayucos, faldas (23), etc. Efectivamente, los «Basumchimba» desempeñan un papel importante en la mitología barí, como veremos. Pero pensamos que el acercamiento que se realice para descubrir las intenciones de los distintos hechos o datos fenomenológicos que se analizan debe hacerse sin presupuestos interpretativos condicionantes. Faltaríamos a la más elemental regla hermenéutica de dichos fenómenos. Por lo que consideramos prefabricado este modo de entender la vida normal de ios barí. Para el tema de las carreras batí, puede consuharse: M. GoNzÁLEz C., Los indios motilones..., 370; A. de VILLAMAÑÁN, Cosmovisión..., 22; G. ALVAREz, Grupo étnico bar’í-motitón (ciclostilado), Bogotá 1978, 9. 132

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