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hasta ahogarla. Esta preferencia nuevamente se explica por las razones a las que antes hemos aludido 103 La familia conyugal barí se constituía según unas funciones básicas a las que pretendía responder: institucíonalización de la manifestación natural de la vida heterosexual y su consiguiente regulación, perpetua ción y aumento de la fuerza del grupo como deber del adulto frente a la comunidad, mediante la procreación, educación y adiestramiento cul tural básico de las próximas generaciones dentro de la comunidad y la adquisición de los medios de subsistencia mediante la división del trabajo. La educación y adiestramiento de tos hijos era una de las funciones principales de la familia barí y ésta la tomaba con la debida seriedad, dentro de sus posibilidades y exigencias. Hasta cerca de los tres años dependía, fundamentalmente, más de las atenciones de la mamá que las del papá. Aunque ambos volcaban su afecto de padres hacia ellos b04 A partir de esa edad, el papá se encargaba de ir iniciando al hijo varón en el adiestramiento para la vida. La educación barí se orientaba, sobre todo, hacía la preparación para la vida. Con este fin, el papá se hacía acompañar por el niño en las tareas especificas del hombre: lo llevaba con él al campo, con 103. Este abandono e infanticidio lo han conocido los misioneros. En la primera edición de esta obra aludíamos al caso de María Eugenia Yaibí, «niña que recogieron las Hermanas de la Madre Laura y vive con ellas en Bokshí, después de haber sido abandona da por sus papás a continuación del parto de gemelos (pp. 95-96). Hemos de corregir esta inclinación que, según hemos podido apreciar, después de salir el libro, hablando di rectamente con las Hermanas interesadas, no es totalmente correcta. Según me indican, sus papás vivían en Barilcoksánda. Bajo el influjo de su tradición, la mamá (Josefina) había prometido a Hna. Lucila darle la niña, caso de que nacieran gemelos. El día del parto coincidió con la visita a Baríkoksánda de varias Hermanas de la Madre Laura. Enteradas del acontecimiento, volvió Simón con la canoa a recoger a Hna. Lucila. Al llegar ésta, se encontró con M. a Eugenia en una hamaquita. Sus papás tenían pensado entregársela a la Hna. y, en esta previsión, la recogieron ese mismo día, llevándola a la Misión. A los tres años, volvieron a entregársela a los papás. Comenzar una nueva vida en la selva supuso a la niña un trauma. Por lo que volvió con las Hermanas a la Misión, después de unos meses. Y allí se encuentra. Este mismo hecho puede hacernos comprender el sig nificado que adquiere el término «Atáida» —padre— entre los barí. Más que hacer refe rencia a un hecho genético-biológico, connota el cuidado, la alimentación y la educación que recibe. Por lo que los componentes del Equipo Misionero son llamados con todo rigor «padres y madres». Hoy ya se ha casado. 104. Tampoco en este sector los papás brí se muestran excesivamente efu sivos; lo que pudiera, una vez más, provocar en nosotros apreciaciones inexac tas sobre el cariño a sus hijos. También aquí es preciso advertir la diferencia existente entre el hecho del amor de padre hacia sus hijos, muy entrañable, y las manifestaciones concretas del mismo, muy distintas a las nuestras. 101

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