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Pasado algún tiempo, cuando el niño(a) presentaba ya con su son- risita o algún modal particular parecido con alguna realidad, como por ejemplo un pájaro, flores, árbol, etc... se le daba un nombre con el que se le reconocía, cuidando añadirle una terminación cariñosa como era la de «chi». No liemos notado en esta costumbre significado de tote mismo alguno. Era más bien fruto del admirable sentido barí de la observación. ¿Por qué esta preferencia por el niño-varón? La familia, y no sólo el papá, manifestaba estas preferencias. Influían en ello motivos de di versa índole: por su rentabilidad económica-social (el hombre rendía más que la mujer: era el encargado de aportar los alimentos a la unidad familiar, trabajaba, pescaba, cazaba, y se relacionaba socialmente con el grupo...); y por motivos prácticos comunitarios posteriores (las mu jeres solían ser, a la hora de la verdad, más problemáticas en la vida familiar y más chismosas (sic) que el varón, algo que le habían hecho aborrecer al barí desde tiempos inmemoriables...). Estos son los motivos fundamentales en los que nuestros informadores resumen las preferen cias de los barí por el varón frente a la hembra. Motivos fundados, principalmente, en su infraestructura económico-social. Dentro de este sistema preferencial, se explica el comportamiento barí con los gemelos, bastante extendido entre los pueblos primitivos. Cuando una mujer barí daba a luz gemelos, era costumbre general el abandonar o matar a uno de ellos. La dificultad económia y la impo sibilidad de ofrecer el pecho a dos por parte de la mamá motivaban este comportamiento. En realidad, se trataba de mantener el equilibrio social entre hombres y mujeres, tan importante en las sociedades pri mitivas. Cuando los gemelos eran de distinto sexo, la costumbre barí imponía la preferencia por el varón; a la niña se la abandonaba en el monte o se la mataba. Esta última forma se realizaba de modo muy sencillo: se le apretaba la nariz y boca con un palito por la misma mamá tradición barí ofrece a los cuñados, como luego veremos. La ausencia del ma rido y ciertos concomitantes posteriores al nacimiento nos hizo pensar, en un primer momento, si no nos hallaríamos ante sistemas ocultamente camuflados de «couvade» —covada—, costumbre muy extendida entre los indígenas sudame ricanos y en otras culturas primitivas y aún desarrolladas... Sin embargo, por más que pretendimos se hiciese patente su posible intencionalidad fenomenoló gica, no lo conseguimos. Por lo que no nos ha parecido honrado sacar conclu siones no debidamente fundadas. ¿Estaríamos ante una forma particular de re conocimiento oficial de la paternidad, realizada mediante las costumbres barí señaladas?... loo

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