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LAS MOSCAS 71 Orestes queda definido corno el símbolo de esa nueva cul tura que no dudamos en calificar de «ilustrada»: sin familia, sin patria, sin creencias, sin oficio alguno, sin religión. Como hombre absolutamente libre... Pero, a la vez, comprometido con su ciudad y los suyos... Es la única excepción que instala de novedad en el ideal de cultura que su preceptor le ha ense ñado. Y lo que, en definitiva, le ha llevado a realizar «su» crimen y a aceptarlo con todas sus duras consecuencias... Todo este nuevo modo de pensar y de actuar justifica el que Sartre presente a Orestes, al estilo de Nietzsche en su Zaratustra, como el «hombre superior» (p. 17 [95]) que anun cia el crepúsculo de los dioses e inicia la «nueva aurora», la nueva cultura. Un nuevo Zaratustra que proclama, como éste, el reino del hombre, el sentido de la tierra, de la vida, de la libertad, de la felicidad y del compromiso con los hombres. En una palabra, el evangelio de la racionalidad frente al miedo y el terror... Sartre expone en su obra dos concepciones sobre la vida. Tipificadas en dos ciudades antagónicas: — Por una palle, A;gos, con paredes embadurnadas de sangre, millones de moscas, olor a carnicería, calor de horno, calles desiertas, un dios con cara de asesinado, larvas aterradas que se golpean el pecho en el fondo de sus casas, y esos gritos, esos gritos insoportables...» (p. 14 [90]). Una ciudad llena de miedo, de angustia, de superstición y de muertos... — Por otra parte, las cien ciudades de Grecia e Italia, en pleno sol, aire, alegría, libertad y sin remordimientos... » (pp. 9. 22-23. 37 [82. 102-104]).

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