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LAS MOSCAS 63 noce «ser visto» por El, al mismo tiempo que El no puede ser visto: no puede convertirse en objeto para nosotros. Jugamos con desventaja respecto a El. Encontramos un texto en El ser y la nada claramente signi ficativo a este respecto: concepto que se ídentifica con el ser-mirante que no puede jamás ser mirado, es decir, con la idea de Dios» (p. 523 [483]). Sartre interpreta el «origen del temor de Dios» desde esta perspectiva: «Es la vergüenza ante Dios, es decir, el reconocimiento de mí objetividad ante el sujeto que no puede jamás convertírse en objeto; al mismo tiempo, realizo en lo absoluto e hipostasio mi objetividad; mejor aún, pongo mi ser-objeto-para-Dios como más real que mi Para-sí; existo alienado y me hago ense ñar por mi defuera lo que debo ser. Es el origen del temor ante Dios» (p. 370 [350]). El tema del «Otro» —Dios— que me mira es una idea-ex periencia que acompañó a Sartre desde su niñez y que aparece en todas sus obras, como uno de los motivos fundamentales de su negación de Dios. Antes de entrar en el análisis de este en Las moscas, nos vamos a permitir aducir un texto-muestra —algo extenso, pero de sumo interés a este respecto— de Los caminos de la liber tad: El aplazamiento: «Dios miraba a Daniel. ¿Lo llamaré Dios? Una sola palabra y todo cambia. El se pegaba a los postigos grises que cerraban la tienda del guarnicionero, las gentes iban de prisa a la iglesia, negras en la calle risada, eternas. Todo era eterno... Mi mirada está hueca. La mirada de Dios la traspasa de parte a parte... Dios ve me, Mateo: yo lo siento y lo sé. Ahí está: todo ha quedado dicho de una sola vez... Y a ti también te ven, incré dulo burlón, a ti te ven... Por fin, sé qué soy. Transformo para

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