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LAS MOSCAS 59 mundo. Al afirmar a los otros como hombres, como personas, como sujetos, los configuro como centros de referencia en tor no a los cuales se organizan, se agrupan todas las cosas. Inclu so mi «ser-para-mí» queda comprendido en el universo del «otro». En segundo lugar, surgen unas relaciones conflictivas entre ellos: «La esencia de las relaciones entre conciencias, entre sefes para-sí no es el “Mit-sein”, sino el conflicto» (p. 531 [502]). Los otros «seres-para-sí» pretenden escoger «su» mundo, en el que nosotros, «seres-para-sí», nos encontramos existien do como dentro de «su mundo», como unos objetos más. Y, por esta ley de reducción, nos tranforman en objetos, en «se res-en-sí», en mundo de otros. Esta situación produce un descentramiento ontológico de todo nuestro universo que socava, por su misma base, el agru pamiento que nosotros, a su vez, hacemos, de todo cuanto aparece en nuestro mundo, de todo cuanto vemos... Según Sartre, se produce una verdadera nihilación-nadifi cación: «néantisation» entre ellos. Y todo como fruto de nues tra mutua libertad... Para profundizar en el análisis de esta situación y encon trar su significado, Sartre acude, en su obra El ser ‘ la nada a la fenomenología de la mirada: ¿Quién es el otro? «El otro es el que me mira... aquel que me mira...» (p. 333 [315]). «Si el prójimo es, por principio, aquel que me mira, debemos explicar el sentido de la mirada ajena» (p. 333 [315]). A la tarea de su descripción le dedica la sección 4a, del capítulo 1.0 de la tercera parte de su obra El ser y la nada.

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