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LAS MOSCAS 57 a no reconocer su acto y a echarse en ias manos de los dioses, expiando su propio «pecado». La «mala fe» se ha introducido en su vida. En realidad, se ha mentido a sí misma, negándose en su misma libertad... Es interesante, también, a este propósito, la contraposición que el mismo Júpiter establece entre el crimen de Egisto y el de Orestes. Mientras el cometido por el primero ha producido arrepentimiento en él y en todo el pueblo que expía incluso los pecados de sus reyes, el de Orestes es calificado de impro ductivo para el intento de la expiación. No se ha arrepentido. Lo ha mantenido «suyo» hasta el final, con todas las conse cuencias. En verdad, reconoce Júpiter «son crímenes ingratos y estériles» (p. 34 [154]). Y esto no es del agrado de la divinidad. Precisamente encontramos una escena que puede pasar desapercibida. Pero que tiene un profundo sentido en referen cia a cuanto venimos analizando. Aparece al principio de la obra. En la plaza de Argos, se acerca Júpiter y entabla un diálogo de clarificación con Orestes y El Pedagogo. Pero, en medio de esto, La Vieja pregunta, a Júpiter: «¡Señor! ¿Sois un muerto?». A lo que Júpiter responde: «Un muerto! ¡Anda, vieja, loca! ¡NO te cuides de lo que soy; será mejor que te ocupes de ti misma y ganes el perdón del Cielo con tu arrepentimiento!» (p. 13 [89]). Es el propósito constante que Júpiter desea lograr de los ciudadanos de Argos, para mantenerse en medio de ellos con sentido. Cuanto más renuncien a sus «actos», tanto mejor: El aparecerá con sentido entre el pueblo. Es «incienso» que nece sita para su misma existencia... «Ganarse el perdón del Cielo»: he aquí el quehacer del hombre. Sólo mediante el sentimiento del arrepentimiento se mantiene el fuego de la divinidad...

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