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LAS MOSCAS 55 de posibilidad del arrepentimiento que ofrece la religión y que Sartre encarna en la persona de Electra, de modo especial. Hemos visto cómo en la concepción sartreana de la divini dad sólo le quedaría al hombre ser libre para realizar el mal. Pero, bien analizado, afirma Sartre, ni siquiera esto le daría al hombre la posibilidad de realizarlo con todas sus conse cuencias. Y, por tanto, de realizarse en plenitud su libertad. ¿Por qué? Sartre cree oportuno, en su análisis del «ser-para- sí», introducir en su Ontología fenomenológica una de las cate gorías nocionales principales: la noción de «la mauvaise foi» —la mala fe—, contrapuesta a la «buena fe». A la clarificación de este concepto dedica varias páginas (pp. 91-123 [85-111]). La «buena fe» es la aceptación plena de nuestros actos, como totalmente «nuestros», y de las responsabilidades que de ellos se desprenden, sin descargarlas sobre nadie. Ni siquie ra sobre Dios. Por el contrario, la «mala fe» consistiría en la búsqueda de motivos justificantes de las acciones humanas que no sea ex clusivamente la libertad humana. No se trata de un simple proceso psicológico, social, moral..., sino que se trata de un momento constitutivo de la misma subjetividad. El proyecto primitivo de la mala fe no es sino la utilización de la autodes trucción del fenómeno de la conciencia humana. Decide de la naturaleza de la verdad, no por sus propios actos, sino por miedo a aceptarse, en definitiva, como se es. Supone, en con secuencia, una negación de nuestra libertad, de la elección personal. Una posibilidad constitutiva del ser humano que puede tomar actitudes negativas en relación a uno mismo. En definitiva, un modo de negarse a sí mismo. Una huida, una automentira, propia de una existencia inauténtica. Sartre la define como «mentirse a sí mismo» (pp. 92-93. 101-103. 113. 118 [86-87. 95-96. 106. 111]).
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