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LAS MOSCAS 53 le insta a que vuelva a la naturaleza y se someta, también, como ella: «Reconcéntrate, Orestes; el universo te prueba que estás equi vocado, y eres un gusanito en el universo. Vuelve a la naturale za, hijo desnaturalizado: mira tu falta, aborrécela, arráncatela como un diente cariado y maloliente. O teme que el mar se retire delante de ti, que las fuentes se sequen en tu camino, que las piedras y las rocas rueden fuera de tu senda y que la tierra se desmorone bajo tus pasos» (p. 71 [180]). La réplica de Orestes es inmediata: «Que se desmorone!,.. Todo tu universo no bastará para probarme que estoy equivocado» (p. 71 [180]). No obstante, Orestes, haciendo una especie de autobiogra fía, reconoce el cambio radical que ha experimentado en su forma de proceder. El lenguaje utilizado por Júpiter era, tam bién, su lenguaje anterior. Pero ha experimentado un cambio profundo. Ahora, utiliza uno nuevo, en el que el hombre no es un mero objeto, un «ser-en-sí», junto al resto de los seres naturales, sino persona, un «ser-para-sí», eminentemente acti vo y alejado de las consideraciones de la naturaleza como «vie ja alcahueta», cuya voz ya no admite: «Todavía ayer eras un velo sobre mis ojos, un tapón de cera en mis oídos; ayer tenía yo una excusa; era mi excusa de exis tir porque me habías puesto en el mundo para servir tus desig nios, y el mundo era una vieja alcahueta que me hablaba sin cesar de ti. Y luego me abandonaste» (p. 72 [181]). «No volveré a tu naturaleza; en ella hay mil caminos que con ducen a ti, pero sólo puedo seguir mi camino» (p. 73 [182]). Todo este lenguaje está presuponiendo el concepto ontoló gico de «creación» que, en repetidas ocasiones, mantiene Sar tre en su obra El ser y la nada. Sartre recuerda las concepcio

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