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LAS MOSCAS 51 «Orestes! Te he creado y he creado toda cosa: mira... Mira esos planetas...» (p. 70 [179]). A continuación, va enumerando, en una especie de melo drama, cuantas creaturas están bajo sus órdenes y siguen ine xorablemente sus mandatos: Planetas siguiendo su curso; las esferas con su armonía; la perpetuación de las especies; las mareas rítmicas del mar; el crecer de las plantas; las voces petrificadas de las rocas... En una palabra, de toda la naturale za..., que sigue preceptivamente el camino que él les ha im puesto desde la creación (cfr. pp. 70-71 [179-180]). Orestes, no sintiéndose «naturaleza alguna», rechaza las motivaciones de su «rendimiento» propuesto por Jtpiter. Se siente persona y distinta a toda «esencia» creada por los dioses: «Eres el rey de los dioses, Júpiter, el rey de las piedras y de las estrellas, el rey de las olas del mar. Pero no eres el rey de los hombres» (p. 71 [180]). Orestes reconoce su propia dignidad personal, que se dife rencia, por su libertad constituyente, de las cosas, de lo objeti vo, de los «seres-en-sí». Es un «ser-para-sí» y rompe todos los esquemas que signifiquen orden establecido, naturaleza... El hombre es, simplemente, existencia. Y ésta precede a la esencia. Otro de los temas centrales de su Ontología fenomeno lógica (cfr. pp. 66ss. 141. 542-544. 692. 760 [6Oss. 132-133. 513-517. 654-655. 722]). Argumento que, más tarde, abordará en su obrita «L’existencialzvme est un humanisme», Nagel, París 1946, particularmente para pronunciarse por un ateísmo de signo humanista. La esencia del ser humano depende de su propia libertad, que inventa la razón del Bien y del Mal... Fiemos visto que la conciencia no existe sino en cuanto conciencia de algo, en referencia intencional absoluta. Luego,
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