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36 DIONISIO CASTILLO CABALLERO muertos; son mis muertos. Y mirad: vuestras fieles moscas os han abandonado por mí. Pero no temáis, gente de Argos, no me sentaré, todo ensangrentado, en el trono de mí víctima; un dios me lo ha ofrecido y he dicho que no. Quiero ser un rey sin tierra y sin súbditos. Adiós, mis hombres, intentad vivir; todo es nuevo aquí, todo está por empezar. También para mí la vida empieza. Una vida extraña...» (pp. 77-78 [189-190]). Después de este reconocimiento de Orestes de su vida nue va, creada por su propio acto de libertad, el personaje alude a la leyenda griega de Scyros —Esciros— (isla y ciudad del mis mo nombre, al norte de Eubea): infección de la ciudad por las ratas y el flautista que la liberó, sacándolas de la ciudad. Sartre utiliza aquí, para terminar brillantemente su obra, una leyenda que viene siendo famosa en la literatura universal, inmortalizada, posteriormente, por Robert Browning, en El flautista de Harnelín (1845) y, en nuestra literatura española por Jacinto Benavente, en su obra Y va de cuento, en Obras Completas IV, Aguilar, Madrid 1951, pp. 621-681, part. 643... Orestes sale de la ciudad, su ciudad, llevando tras de sí, como algo suyo, las moscas, las Erinias, aullando... Fruto de «su acto»: obra de su propia y más absoluta libertad... (p. 78 [190]).

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