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24 DIONISIO CASTILLO CABALLERO Pero Electra se resiste. Ha comprendido cuál es su misión: salvar a su pueblo del miedo de los muertos, aún a costa de su propia muerte. Quiere curar a su gente. Pero no con palabras. La multitud de Argos no lo comprende: «Les gusta su mal, necesitan una haga familiar que conservar cuidadosamente rascándola con las uñas sucias. Hay que cu rarlos por la violencia, pues no se pueden vencer el mal sino con otro mal» (p. 41 t132]). E insta a Filebo a que la deje con sus «malos sueños»... Se refugíará en el templo de Apolo y se esconderá como los cri minales y se la respetará... (cfr. p. 41 [132]). Es precisamente en este momento cuando Orestes se le declara como su hermano... Pero Electra no sale del asombro: duda... y se niega a reconocerle (cfr. pp. 132-138 [41-44]). Aquél se siente sin sentido en la vida. Sin saber qué camino escoger y, por primera vez en su vida, acude a Júpiter, para que le clarifique su opción: «Ahora estoy cansado, ya no distingo el Bien del Mal y necesi to que me señalen el camino... Zeus, te lo imploro: si la resig nación y la abyecta humildad son las leyes que me impones, manifiéstame tu voluntad mediante alguna señal, porque ya no veo nada claro» (p. 45 [137-138]). También Electra pide otra señal. Pero no se le da... y pide a Filebo se marche a Corinto... Orestes, ante la luz que ha aparecido alrededor de la pie dra, responde: «Entonces.., eso es el Bien... Agachar el lomo. Bien agachado. Decir siempre “Perdón” y “Gracias”... ¿es eso?... El Bien. El Bien ajeno...» (p. 45 [138]).

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