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16 DIONISIO CASTILLO CABALLERO me equivoco, señores míos, o es ésta, piedad de la buena, a la antigua, sólidamente asentada en el terror» (pp. 13, 14 [89]). Esta situación particular de arrepentimiento y de temor explica cumplidamente el consejo de Júpiter a Orestes, para que abandone la ciudad a su suerte, teniendo en cuenta su condición humana... Júpiter, reconociendo su poder sobre las moscas, continúa el diálogo con su singular interlocutor que, ante la pregunta de aquél sobre su origen, se presenta como Filebo de Corinto, que viaja con un esclavo preceptor para instruirle (cfr. pp. 14-15 [91-92]). Júpiter vuelve a la carga, instándole a que se marche, por que los inocentes no tienen cabida en esta ciudad: «Perfecto. Entonces diría; “¡Joven, marchaos! ¿Qué buscáis aquí? ¿Queréis hacer valer vuestros derechos? ¡Ah! Sois ar diente y fuerte, seríais valiente capitán de un ejército batalla dor, podéis hacer algo mejor que reinar sobre una ciudad me dio muerta, una carroña de ciudad atormentada por las moscas. Los hombres de aquí son grandes pecadores, pero están empe ñados ya en el camino de la redención. Dejadlos, joven, deja- dios, respetad su dolorosa empresa, alejaos de puntillas. No podrías compartir su arrepentimiento, pues no habéis tenido parte en su crimen, y vuestra inocencia impertinente os separa de ellos como un foso profundo. Marchaos, porque vais a per derlos: por poco que los detengáis en el camino, que los apar téis, aunque sea un instante, de sus remordimientos, todas sus faltas se cuajarán en ellos como grasa fría. Tienen la conciencia intranquila, tienen miedo, y del miedo y la conciencia intran quila emana una fragancia deliciosa para las narices de los dio ses. Sí, esas almas lastimosas agradan a los dioses. ¿Quisierais despojarlos del favor divino? ¿Y qué les daríais en cambio? Digestiones intranquilas, la taciturna paz provinciana y el has tío, ¡ah! el hastío tan cotidiano de la felicidad. Buen viaje, jo ven, buen viaje; el orden de una ciudad y el orden de las almas son inestables; si los tocáis, provocaréis una catástrofe. Una terrible catástrofe que recaerá sobre vos» (pp. 15-16 [91-92])...

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