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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 55 hora antes de llegar, y serían como las tres de la tarde, vino la espía que habíamos mandado por delante, con la alegre noticia de que en la ranchería estaban bebiendo y bailando, y yo, de contento, eché delante de todos cuatro cabriolas, y lo mismo hubiera hecho V.C., porque, es– tando los indios así, no hay peligro de resistencia ni hay que temer da– ño de una ni otra parte. Al mismo tiempo se formó un gran temporal. Yo bien deseaba un buen aguacero antes de llegar para hallar a toda la gente recogida, mas no hubiera deseado que fuese tan recio y pronto, pues nos cogió media hora antes de llegar, que me dejó sin un hilo de la ropa en seco. A más de esto me hallaba yo todo embarrado, con mi bastón, sandalias a cuestas, que parecía un Javier o, por mejor decir, un estropajo. Por fin llegamos al golpe del aguacero y no pudiendo hacer prevención alguna, arremetimos de repente, y, a Dios gracias, los co– gimos todos, que entre chicos y grandes eran 76 almas. El aguacero proseguía con furor y no podía yo salir en parte alguna para mudarme el hábito que tenía embojotado con la capa y frazada para este fin. Aquí te quiero ver, amigo, dentro de un rancho no más grande que ese "de profundis", donde había cien y tantas personas, haberme de mudar. Mas como la necesidad era grande, yo me dí traza para ello sin que nin– guno lo viera. Ea, mi Padre Jaime: ya tenemos la red "plena magnis piscibus", y como luego cogimos 41 por una parte y 11 por otra, yo ya no podía jalar el chinchorro, y así luego lo escribí al P. Félix, quien se alegró de la noticia. Antes que se me olvide quiero poner aquí una sonsera, que por tal la tengo, aunque para los indios no lo es. Un poco antes de lle– gar a la ranchería, ví que encima de ella había una gran volatería de unos pájaros como guaruaus pero no eran guaruaus. Yo pregunté a los que venían conmigo qué pájaros eran y me dijeron que aquellos pájaros avisaban cuando venía gente y por eso los llaman "cumarat", que quiere decir, gente viene. Yo pregunté por qué no avisaron y me dijeron que sí, pero que la gente no los escuchó porque estaban bailando. Lo cierto es que en 8 días que yo estuve allí, nunca más ví ninguno de ellos. Yo, como digo, dí aviso al P. Félix y le escribí el día que nos ha– bíamos de juntar para volvernos a las misiones. Juntámonos la vigilia de San Pedro y la mañana después de dicha fiesta nos partimos para acá. Antes de salir se nos huyó un indio y, aunque le vieron meterse al río, no lo vieron salir. Unos decían que se había huido con su cás– cara, otros, que se ahogó porque dejó mujer y cuatro hijos. De éstos había uno de 15 años, corcovado y tullido, que su madre lo había de car-
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