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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 53 es una pena considerable el estar un día sin hacer viaje porque el ali– mento de un día para 100 y tantas bocas es considerable, y en tierras en que no hay donde recurrir, es mayor la aflicción. Proseguimos el viaje por el mismo río y partimos para una ranche– ría que estaba a 8 días de allí. Pasamos cuatro raudales furiosos por tie– rra y, dejando el Icabaru, nos metimos en otro río llamado Parcupit, en que también hallamos los mismos trabajos por causa de los raudales. Des– pués nos vino el escrúpulo de si el cimarrón habría ido por tierra a dar el aviso, lo que yo tenía por imposible. Con todo, por lo que podía ser, mandamos por delante algunas cáscaras, y, en efecto, hallaron que ya la gente huía por el aviso del cimarrón, que a la verdad los indios para dar semejantes avisos son como unos duendes. Dejamos el río Parcupit y nos metimos a otro llamado Casicapra, y al día siguiente llegamos a la ranchería y hallamos tres casas que habían quemado. Por fin cogimos a todos menos el cimarrón que se volvió a es– capar . Puestos todos a la ranchería, como ya teníamos pasadas de 60 almas cogidas y allí hubiese bastantes labranzas para abastecimientos, determinamos plantar allí la real, porque, además de esto, también era muy dificultoso el arrear a los indios nuevos por delante, y, quedándose con éstos la guardia suficiente entreteniéndose a hacer bastimento, entre tanto que la demás gente fuera en busca de otros indios. Determinado esto, se quedó el P. Félix con la gente nueva, 4 sol– dados y 40 indios de los viejos, y con la demás gente, es a saber, 6 sol– dados y 60 indios, me volví un día atrás para proseguir el río Parcupit e irme a una ranchería distante cinco días de allí. Al apartar la gente, hubo alguna dificultad porque querían venir más conmigo de los que convenía y de los soldados también. Viendo yo esto, les planté las hor– cas por delante y les dije: "Ea, el que no quiera padecer hambre, que se quede porque de aquí adelante no hay que pedirme carne: desde ahora les respondo: anteman, ipra, uase, equirá: no hay, no hay", que todo es uno, y con todo se vinieron los señalados muy contentos. El primer día nos favoreció el cielo con un aguacero nada piadoso, pues que no nos dejó nada para mojar. Arranchamos cerca Parcupit un poco temprano, ya para unos hacer rancho y otros poder ir a pescar para ganar la vida. En aquellos ríos no se coge otro pescado que sardinita, con que me fue preciso para poder vivir ponerme a mirar cuando venían los pescadores y tomarles a todos el diezmo, y esto lo hacía para que hubiera también para ellos, que algunos casi me lo daban todo, y ellos se quedaban con poco. Yo me hallé el primer día bien engañado, y, vien-

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