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52 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA unos muchachos de unos 20 años, y como se hallaron a menos pensar cogidos y viendo a nosotros y tanta gente, estaban tan afligidos y ame– drentados, que de lástima, compasión y alegría nos sacaron las lágrimas de los ojos. Empezamos nosotros a animarlos para quitarles el miedo, que en semejantes ocasiones es tal cual se puede pensar. Dímosles de comer y así que estuvieron algo desembarazados del ahogo, nos dijeron que un poco más arriba había más gente que pescaban y que estaban con sus mujeres e hijos. Fuimos apretando el paso y a canalete sordo por no ser descubiertos. Y serían como las 9 de la mañana que los hallamos, mas no se pudo hacer con tanta cautela que no se escapasen dos o tr es hombres y guarichas. Antes de pasar adelante es de advertir que unos indios de Santa Clara, que poco antes habían ido por aquellas tierras, dijeron a los in– dios del monte que los de las Bocas los querían ir a matar a todos. Y, en efecto, a todas las rancherías que seguimos, hallamos prevención de mucho casabe enterciado para la fuga. Les ayudaba a dar crédito a aque– llo el que en tiempo pasado los del monte mataron al capitán de las Bo– cas, llamado Itinarey, pero esta muerte y otras que hicieron , ya quedaron vengadas con otras tantas, porque fueron algunos españoles y caribes, con los de las Bocas, para coger los matadores y allí mismo los mataron, que aun nosotros hallamos los huesos . Volviendo, pues, al caso, digo que se nos escaparon dos o tres, y de éstos el uno , como estuviese escondido y mirase que todos íbamos de paz y que había Padres, volvió a salir y se entregó. Una de las mu– jeres también, porque habíamos cogido a su marido y a su madre, no se fue del todo sino que se fue a esconder un poco lejos a la orilla del río con una criaturita de pecho, pasando allí todo el día y toda la noche con la aflicción que se deja considerar, hasta que , saliendo mis mucha– chos al río con una cáscara para ir a buscar frutas, la hallaron llorosa ba– jo un palo, la que, preguntando luego por su madre, la metieron dentro de la cáscara y se vinieron con ella, causando a nosotro s una grande ale– gría y al mismo tiempo compasión. Luego temimos que el otro, que no comparecía, no hubiese ido a dar aviso a alguna ranchería y preguntamos a los caypunes que dónde podría haber ido; mas como la fuga fue de impensado, unos decían allí, otros allá. Decían si se habría ido a una ranchería cerca del Caroní, un día de camino. Luego por agua y por tierra mandamos gente a fin de lle– gar primero que él, y, no habiendo ido él allí, se volvió la gente con 21 almas cogidas, y en esto gastamos allí cinco días, que para los Padres

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