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MISION DE LOS CAPUCHINO S EN GUAYANA 309 gares, las propiedades y las vidas de los mismos españoles extranjeros de sus pueblos y librarlos de la estricta necesidad en que se hallaban de perderlas, como estos mismos lo declaran en voz pública y dan auténti– co testimonio de ello. Y ¿no sería un horror, señor, el que vinieran ahora estos mismos españoles extranjeros a establecerse en sus pueblos para quitarles dichas tierras en retorno de tan imponderables beneficios, dispensados del cie– lo por medio de tan fieles servicios, trabajos y fatigas de estos pobres indios, y de tan crecidas pérdidas y menguas, que éstos han sufrido de sus propiedades necesarias a sus decentes vidas y por las que han sacri– ficado caritativamente para aquellos? Claro es, señor, que esto sería un horror y que muy conjeturablemente resultaría otro peor horror de in– justicias. Pues, ¿quién sería capaz, una vez los españoles estuvieran estable– cidos en sus pueblos y tuviesen puesto cuatro ganados vacunos cuyos propios entre medio o casi entre medio de los de estos pobres indios: quién sería capaz, se repite, de contener los enredos y los cuentos de aquéllos contra éstos y las quejas y venganzas de éstos contra aquéllos y de todos, unos contra otros? Claro, señor, que resultaría una confu– sión de confusiones, clamores interminables, pleitos, peleas, vejaciones y opresiones insoportables, que precipitarían a los indios a su fuga a los montes, y de consiguiente, a su eterna perdición. Las grandes y continuas ansias solamente que suelen tener muchos españoles de embarcar ganados vivos o muertos y salados para las islas, por lo mucho que en ellas se gana, engordando con carnes a los extran– jeros, contrarios o quizá enemigos de la felicidad de la nación española: este solo apetito o propensión sería capaz de producir la dicha confu– sión y demás males indicados, que al fin no podrían parar a otra cosa sino a la perdición de los indios de estas misiones que han dado el ser a esta provincia, y quedar ésta sin el recurso que la ha salvado, y últi– mamente a quedar muy expuesta a perderse perpetuamente al menor encuentro de enemigos, intrigas o guerras de extranjeros. Estos, señor, es muy de temer, por largas experiencias, que serían los males, efectos y retribuciones que recibirían estos pobres indios por los expresados fieles y grandes servicios que han hecho a la real corona de Vuestra Católica Majestad en esta provincia de Guayana, luego que los españoles se mirasen establecidos en sus pueblos, por más que tales males efectos no los intenten vuestro Gobernador e Ilustre Ayunta– miento.

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