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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 29 de 85 encuentros en que fueron rechazados, aunque con algunas muer– tes de una y otra parte . Tierras de cultivo y frutos . La costa del sur del Orinoco, desde punta Barima, 20 leguas, poco más o menos río arriba, es anegadiza a las orillas hasta cerca del caño de Carucina, donde la serranía de Imataca toma su dirección hacia la mar al sur sueste, de modo que con el cañón del río forman una espaciosa península triangular, por donde bajan fer– tilizándola los ríos de Amaruco, Arature y Aquire; toda ella se com– pone de montes y arboledas de excelentes cualidades, de maderas de construcción y demás usos a que se quieran aplicar. Tiene muchas tierras de labor, singularmente a las faldas de su propia serranía, en donde se encuentran libres de inundación y retiradas de la caja del Orinoco, abun– dantes y hermosos valles que por varias abras se dirigen al interior del país; y también se hallan algunas sabanetas de buenos pastos para ga– nado. Por los ríos explicados y caños que despiden éstos y cruzan de unos a otros, hay comunicación fácil a toda la extensión de esta pe– nínsula y proporción de conducir los frutos, cuando los haya, a la caja del Orinoco a muy poca costa. La distancia que media de estos terrenos al hato de ganado mayor de las misiones de Padres Capuchinos catala– nes, es menos de que hasta ahora se había creído, pues, habiéndole fal– tado víveres a la expedición del reconocimiento de maderas de cons– trucción, el comisionado de ella despachó gente por tierra desde el río Aquire al pueblo de Cumamo, que llegaron en un día a pie y se prove– yeron de carne y casabe. Desde Carucina corre la serranía por la misma costa del Orinoco, dejando entre las dos una corta distanci a de sabana de pastar ganado y montaña que en el río Caroní termina y toma la cordillera para el sur, tirando desde aquí para el oeste hasta la capital; parece otra esfera, co– nociéndose sensiblemente una diferencia grande en el temperamento que se extraña por lo más cálido, como a la vista la desnudez de la tie– rra y ocupaciones en que lucrar y adelantar sus respectivas labores e in– dustrias, y los ricos por su propio interés se moverían a entablar fun– daciones de hatos , y como para su regular multiplico es preciso tengan la extensión de una, dos o más leguas, se les repartirían la tierra a pro– porción, en cuyo caso era indubitable la ocupación de las que median hasta el Cuyuní con corto número de criadores formales y su continua- · ción más allá en las llanuras que siguen hacia las fronteras . Aun más necesarios que criadores o dueños de mucho número de ganados, son los labradores que tengan copiosa esclavitud para la agri-

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