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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 275 de Guayana sólo tratan de percibir el sínodo, después de disponer no tan sólo del diezmo sino del principal que lo produce, pues va para un siglo que no reconocen autoridad espiritual en el obispo, sino que, te– niendo los unos caudal inmenso de ganado, infringiendo el quinto pre– cepto de la santa Iglesia Romana, éste únicamente se reserva para los españoles, cuyos bienes temporales no son administrados a discreción de los religiosos; de esta conducta diametralmente opuesta a las leyes y reales cédulas concordantes a los sagrados cánones y derechos del real patronato, según los que debían estar ya secularizados, la corte de Ma– drid, en los últimos años, por una de sus virtudes tan conocidas de vena– lidad, no tan sólo exceptuó a los misioneros apostólicos de la afligida Guayana, autorizando su imperio espiritual y temporal, sin que ejercie– sen dominio de predilección sobre los curatos de españoles con escanda– losa expulsión de los seculares, adquirido sí por vía de obrepción y su– brepción . Así lo declamó en vano el Vice-Patrono y Audiencia del dis– trito, el vuestro Vicario Capitular y gobernador del obispado, el Dr. D. Remigio Pérez Hurtado, apoyado en las leyes del caso. Mas como los gobernadores y demás autoridades sólo trataban complacer a quien (roto) y el libre ejercicio de su recíproco despotismo, quedaron burla– das con la curia y los clérigos electados, uno de los motivos de los dis– gustos de aquellos habitantes en quienes acriminados por la malignidad causasen tantos males. Vuestra Majestad hallará en los adjuntos testimonios documentos calificativos de la veleidad de nuestro antiguo ministerio y del que de– ben considerarse actores aquellos misioneros, cuya desmesurada ambi– ción de vivir independientes a toda autoridad es excedente a toda com– paración. Su sistema (en excediendo en su ejercicio el término de la ley) sólo sirve para acrecentar los males domésticos que tanto han afligido a la nación; así es que se miran nuestros desgraciados hermanos, los naturales del grande Orinoco, en el estado de virilidad y barbarie que en los primeros días en que, recolectados de los montes y selvas, se reunieron en sociabilidad. ¡Qué campo tan espacioso no ofrece, señor, esta aserción para comprobar a V.M. con datos, cuya convicción escan– dalizaría hasta la santidad de nuestra moral, que no conspira más que al bien de las naciones y de las familias! Los misioneros de Guayana, ol– vidados de muchos años a esta parte de la misión del Señor, han hecho estudio el más profundo y especial para sustraer a nuestro clero sus de– rechos y poseer una dominación tan absoluta como inconcusa y depre – siva a los que tan afligidamente la sufren, motivos por que el enunciado

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