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266 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA en que con contravención de las leyes se han inveterado, a las miserias en que generalmente se halla sucumbida esta infortunada provincia. Su conducta general es agravante al real erario que , sobre los 200 .000 reales vellón anuales de egresión , sufre para sus sínodos, no son útiles más que a sí mismos, tal es el feuderalismo ex-religioso que, al paso que degrada a las máximas teológicas, ejercen un imperio exclu– sivo y humillante a la especie humana , todo emanado del antiguo minis– terio , cuya corrupción escandalosa e infractora a toda ley, autorizaba constantemente esta tan depresiva como infausta conducta a la verdad desconocida en las naciones cultas, en las que no hay exento ningún pueblo en las exacciones para su propia conservación y prosperidad , y en las que indispensablemente deben entrar los ya domesticados para sos– tener con gloria nuestra santa causa y con menos gravamen que hasta ahora el tesoro nacional, para lo que el oficial demostrará a la Comisión que se solicita del seno del augusto Congreso o a la misma soberanía nacional, la antigüedad de sus fundaciones; de modo que, habiendo pue– blos de ochenta y ocho años de erección, ninguno contribuye a la sub– sistencia del Estado, y que, lejos de haberse espontáneamente sometido al príncipe de la Iglesia, se han resistido por el abrigo con que se les sostenía por los ministeriales de Madrid. Al contrario, hollando su asiá– tica dominación las representaciones de los muy dignos y de digna me– moria los Ilmos. !barra y Mohedano, se ha expectado con acervidad en nuestros días arrojar a las familias españolas honradas establecidas en las misiones por mandamiento de la misma corte como si fueran he– resiarcas o de distinta nación; que se ha visto burlada la Curia epis– copal arrojando por el mismo ministerio los sacerdotes seculares de diver– sas villas. Hará en consecuencia el Comisionado manifiesto a la Comisión que esta pésima conducta generalmente es aludida al interés de predomi– nar pacífica y exclusivamentte unos infelices habitantes y pueblos que quiere la blanda vida transmitirlos de religioso en religioso, como si fuese patrimonio heredado y que, así como su dignísimo fundador imi– taba en todo a la santa misión del Señor, la mayor parte de los discípu– los del Orinoco quieren poseer, a semejanza de los de Paraguay y fu. nestos repartimientos del Perú, una herencia temporal, sosteniéndola con los mal fundados derechos llamados de Comunidad: que así se han sostenido indebidamente, sin que haya habido gobernador espiritual ni temporal, que hubiese podido atraerlos al bien procomunal y que tal ha sido, según común sentir, la protección decidida con que la venali-

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