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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 245 del centro no concurren iguales motivos que en los de las fronteras pa– ra que no se entreguen al Ordinario ni paguen tributo, nosotros que tenemos una continua experiencia de su desidia, aun en sus propios intereses, de su aversión a nuestra sujeción, de su inconstancia en vi– vir sujetos en reducción y de su propensión en abandonar por cualquiera pequeño resentimiento su pueblo , vemos y conocemos ser iguales los motivos en unos que en otros. Puede también favorecer a estos infeli– ces indios, para eximirlos de estos nuevos cargos, los muchos e impor– tantes servicios que en diferentes ocasiones han hecho en favor de Su Majestad en las urgencias de las guerras y necesidades de la provincia, y olvidando el hacer mención de los que hicieron en tiempos pasados, decimos cómo en la guerra inmediata pasada, por todo el tiempo de ella estuvieron quinientos de estos indios con sus armas de arco, flechas y macana, prevenidos por el Sr. Gobernador para cualquiera invasión del enemigo inglés, sin que se les diese sueldo alguno. En las fortalezas de la antigua Guayana trabajaban, diariamente y por meses, pasados de cien indios, prevenidos igualmente con las mismas armas, con el corto salario de un real diario; un crecido número servía de flecheros en las bocas del río Caroní. Ellos con nuestra Comunidad y ésta con los indios dio satisfacción y cumplimiento en carnes, casabes y otros víveres a to– das las urgencias de aquella ocasión, como lo comprueban las cartas de los Señores Gobernadores del mismo tiempo, cuyas copias autorizadas acompaño. Se hicieron todos estos servicios sin faltar al que hacen en las siembras de tabaco en la villa de Upata por el rey nuestro señor y en los demás objetos de la capital y restantes de la provincia. Por último, dejando de referir muchos otros servicios, no omiti– mos los que han hecho nuestros indios en el ahorro de gastos bien cre– cidos de las reales cajas. Primeramente, en que la mayor parte de los que existen sacados de los montes en las regulares entradas, han sido a costos suyos, como igualmente la fábrica de ornamentos y conservación de los mismos pueblos. Segundariamente, que en los muchos años en que no se nos ha sufragado con los sínodos, nos habemos mantenido los misioneros con los arbitrios de ellos y con el hato de ganado, de cuya advertencia ha he– cho Su Real Majestad la mayor estimación en otras ocasiones, que se le ha hecho presente, como suspendiendo la erección de pueblos en doc– trinas y pagas de tributos, a pesar de pasar la fundación del tiempo de– terminado y de años de bautismo . Todo esto, unido con los servicios arriba expresados y que contienen las mencionadas cartas de los Sres.

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