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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 24.3 república arreglada, y mayormente cuando están en frontera de los mon– tes con peligro de perderse; por cuyo motivo mandó S.M. al Prefecto de los RR. PP. aragoneses, por cédula de 1770, que no haga novedad en los pueblos que iba a entregar, cuya real resolución vemos verifica– da; a pesar de tener en aquellas misiones 19 pueblos fundados desde el año 1728, no se han entregado todavía al Ordinario, no obstante que hay en ellas conveniencias y fuerza para contener y sujetar a los in– dios; nos miramos en la precisión de hacer esta representación, espe– rando que Vuestra Alteza se conformará con las piadosas intenciones de nuestro soberano. Por semejantes motivos manifestados a Su Majestad en tiempo que se nos imputaba a delito delante del rey nuestro señor por el Go– bernador Sr. D. Manuel Centurión, por la resistencia [que] hicimos en entregarle las misiones, su Real Majestad, en cédula de 1774, se da por bien servido de dicha resistencia por no haber precedido orden expresa de Su Majestad al Prefecto de estas misiones. Y más abajo añade: Que cuando se hubiese de efectuar la entrega de los pueblos al Ordinario y paga de tributos, sea con informe del Prefecto y misioneros al Sr. Go– bernador, y luego se mande a Su Majestad para su resolución. Esta real resolución y la exacta noticia que adquirió el Sr. D. Luis de Unzaga, Capitán general de Caracas, de la verdad de las razones alegadas por es– ta Rvda. Comunidad, le obligaron a no permitir se innovase cosa alguna en el gobierno de los indios de estas misiones. Seguramente que si los Ilmos. Srs. Obispos y Gobernadores hubiesen visto estas misiones o hu– biesen tomado informe de sujetos noticiosos de vista del verdadero es– tado de estos indios y pueblos, no hubieran cansado la atención de Vues– tra Alteza ni insistirían sobre unas pretensiones tan opuestas de ambas majestades. Alude a lo mismo la real providencia de Su Majestad del año 1782, en que se ordena: Que el gobierno económico de los indios de esta provincia esté diferido a sólo los misioneros, sin intervención de seculares, todo por motivo de que, innovando cosa alguna, están ex– puestos a una total ruina . Y en efecto: si a pesar de estas precauciones, experimentamos muy a menudo la fuga de los indios y a veces de po– blaciones enteras, ¿qué sería sin ellas? Vemos y hemos sufrido que en el año 1790 se huyeron del pueblo de Tupuquén una gran parte de los indios, sin que se pudiese coger uno. Luego en el año 1791 se levantó y huyó enteramente el pueblo de Santa Rosa de Cura, que cons– taba de más de seiscientas almas. Siguióse a éste el de San Juan Bau-

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