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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 147 tos y misiones, y nada ha llegado a mis manos. Hasta ahora no sé ni cuántos curatos tiene mi diócesis ni cómo se sirven ni cosa alguna para su buen gobierno, ni soy osado a mandar, ya porque me sale al frente aquel gobernador, ya porque intimaron la real provisión ordinaria de las fuerzas, y me mantengo como si ni fuera su obispo, incapaz de obrar y de proporcionarme cuanto importa para el desempeño de mi obligación. Lo segundo, que los Padres misioneros están sujetos inmediatamen– te a sus prelados, y en lo temporal tienen el gobierno político concedido por real cédula de Vuestra Majestad, y, si conocen alguna dependencia, es a los vuestros gobernadores. Esto imposibilita al obispo las luces que basten para su segura instrucción. En los misioneros todos los días ha– llo obstáculos y embarazos para cada providencia de las que se despa– chan para el bien espiritual de las almas, desatendiendo, si no les comu– nico por sus prelados, las que se dirigen a los españoles avecindados o inmediatos a sus misiones, a que es forzoso atiendan y asistan espiritual– mente, porque en unas provincias despobladas viven sus vecinos en mu– chas distancias por la comodidad de sus labores y ni tienen aun cauda– les para sufrir iglesias y curatos, ni hay ministros eclesiásticos seculares ordenados ni que ordenar para su cuidado. De que se sigue, a más del agravio de la jurisdicción eclesiástica, la turbación del buen orden y perjuicio de las almas, porque, estando los tres prelados en distintas provincias y bastante distancia, se dilatan las providencias de cuya prontitud hay necesidad a veces urgente. La carta que acompaño del Guardián de las misiones de Píritu y provincia de Bar– celona, alto y bajo Orinoco, escrita a mi Provisor, servirá para formar concepto de estos inconvenientes y la necesidad de su remedio . Sin embargo he pedido estados de misiones a los prelados de las varias que hay en el obispado, y hasta ahora no han dado los Padres Observantes sino los Padres Capuchinos. De los cuales el de los Padres aragoneses, que residen en la provincia de Cumaná, más es para compren– der el estado político y civil que cristiano. El de los Padres Capuchinos catalanes de esta provincia manifiesa bien la rusticidad en que están los indios después de un número muy crecido de años de fundación, porque en él se ve que no hay uno de los indios de tanto pueblo capaz de la Sa– crosanta Eucaristía, y estoy entendido que lo mismo sucede en todas las misiones de Observantes y Capuchinos de otras provinci as a excepción de algún tal cual indio muy señalado, y que hasta el pre sent e no hay es– pañoles en sus poblaciones, único medio de civilizarlos, como lo verá Vuestra Majestad de los dos que acompaño con el número primero.

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