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134 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA de las quejas que daba el Prefecto al Sr. Gobernador y Capitán general de Caracas, en oficio de 28 de julio de 89, que presento con la letra A, y al mismo Fiscal en oficio de la misma fecha, que envío con la letra B, resolvió éste lo que se puede ver en la copia que acompaño en la letra C. Con estas decisiones habíamos quedado algún tanto sosegados hasta ahora con lo que ha informado el Real y Supremo Consejo de Indias el Sr. Intendente de Caracas, y pensamos que esta información tiene el origen del año 1789 por los debates que con el Prefecto de entonces tuvo el Administrador de la Real Renta del Tabaco, D. José Reguero, man– dado a esta provincia por D. Esteban Fernández León, entonces Direc– tor de la Real Renta del Tabaco y ahora actual Intendente del ejército y Real Hacienda, quien, sentido de no haber podido lograr sus pretensiones acerca del abasto de carnes que pedía, escribió una carta, entre otras, cuya copia acompaño con la letra D, en la que se advertirá lo que dice de sínodos y el modo con que lo dice. De todo lo que pensamos haberse originado el recurso ahora hecho. El estado actual o número fijo de ganado no lo puedo decir de cier– to, por no ser todo reducido; mas sí afirmo no ser tanto como algunos piensan, por lo que tengo ya referido y por los veranos rigurosos que han sobrevenido; por la falta de pastos que de ellos se han seguido y pérdi– da de las sabanas o dehesas; por el pisoteo del ganado; por los mil leones y tigres y singularmente por el grandísimo destrozo de terneros y terne– ras que de continuo hacen los indios, maña que les enseñaron los corre– gidores y españoles de Upata, sin que las más rigurosas leyes y castigos ejecutados hayan servido de freno para impedirles; de suerte que en la actualidad no hay el ganado de matanza que se necesita para el consumo de lo preciso y necesario. Todo esto se puede deducir de que no vende– mos ganado a extranjeros ni a españoles de otras provincias, como ha– cen los criadores de ésta ni menos convidamos a nadie para que no lo com– pre, todo lo que nos precisaría hacer si hubiese tanto como se dice y al– gunos piensan, para que no se nos perdiese y con la multitud se acabasen las sabanas y pastos; y si bien es verdad que damos muy gustosamente carne a los castillos de Guayana para los reales servicios, como diré des– pués, pero es quitándonosla de la boca y de la de los indios, exhortando a éstos que se mortifiquen, etc. El hato sirve y ha servido siempre para mantenernos, indios y es– pañoles que existimos en las misiones; para bastimento y costos de las entradas o sacas de indios gentiles de sus retiradas y escabrosas selvas; para plantar o fundar nuevas misiones y para conservación de ellas, pues

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