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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 133 ésta por montañas hasta entonces no penetradas, por sabanas y ríos de arriesgado y difícil tránsito, en que se ocuparon treinta días hasta las ri– beras del Orinoco. Este fue el origen del hato de estas misiones. Y, si costosa fue la introducción del ganado a esta provincia, no ha sido menos su conservación, practicando siempre todo lo que los peritos nos han dicho ser necesario para la conservación y aumento de él, ya po– niendo queseras en aquellas misiones que el terreno lo ha permitido , ya mudando o dividiendo una gran parte de él a donde hubiese pastos bue– nos. Pero principalmente sufriendo las contradicciones que han tirado a destruirlo. Referiré sólo dos de mi tiempo, porque quererlas referir to– das, sería nunca acabar. En el año 1773 el Sr. Comandante general de esta provincia D. Manuel Centurión puso corregidores y administradores en las misiones, quienes se apoderaron de todos los hatos de ganado y fondos de la pro– cura, de que nos despojaron . En cuyo tiempo y manejo tuvo grandísimo destro zo d ganado, como es patente a toda esta provincia, por las cuan– tiosas puntas que se sacaron para diverass partes; de forma que, si en el año 1775 no nos hubiesen vuelto por decreto de la Real Audiencia de Santa Fe, el cuidado del hato, ya estaría esto todo perdido, ganado e in– dios . Dicho decreto y autos han de estar aquí, pues a pedimiento del Real Consejo se mandaron a esta corte. Mas los mayores enemigos del hato y quienes han hecho siempre mayor destrozo del ganado han sido los señores vecinos de la villa de Upata por la libertad que tan inocentemente les concedió la Rvda. Co– munidad de poder ellos mismos ir o mandar a las sabanas de las misio– nes a buscar y coger el ganado que hubiesen menester para su abasto y el de sus haciendas, hasta que, advirtiendo la Rvda. Comunidad el gran– dísimo destrozo que hacían, pues apenas quedaba para el preciso susten– to, se lo prohibió el año 1789. Pero después nos molestaron tanto a fin de que la Rvda. Comunidad les diese más carne de la que podía por causa de las crecidas siembras de tabaco, a que ellos se empeñaron y trabaja– dores del decantado descubrimiento de minas, y apretaron tan fuerte– mente que nos fue preciso, para no acabarlo de todo punto, acudir al Real y Supremo Consejo, quien, en el año pasado de 92, decretó que no nos molestasen ni precisen a que el hato de ganado de estas misiones su– ministre más que el que prudentemente se graduase no poder originar atraso ni perjuicio en las misiones. Aquí se debe advertir que ya antes habíamos ocurrido para el pron– to remedio al Fiscal de la Real Audiencia de Caracas, quien, en virtud

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