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14 PRÓLOGO donando indios y víveres al ejército realista. Creo que con ello cumplie– ron un deber que les pedía su conciencia y su lealtad al rey de España, a nombre del cual y subvencionados por él estaban allí realizando una al– ta labor de civilización y evangelización en pro de los naturales de aquellas tierras. Algo semejante había ocurrido pocos años antes cuando, a reque– rimiento de los gobernadores, habían ofrecido varios centenares de indios, bien armados, y sobre todo abundancia de víveres en ocasión de tener que defender aquella provincia de la rapiña de los ingleses, metidos en guerra con España. Si esto segundo no puede imputárseles a delito, creo que tampoco lo primero . De todos modos lo que no puede negarse es que, al desaparecer los misioneros capuchinos, allí, en Guayana, quedaron 29 pueblos por ellos fundados, aparte de un tercio más que no subsistieron, y, en aquéllos, más de 20.000 indios, reducidos a población, civilizados y evangeliza– dos gracias a su esfuerzo, a sus sudores y constancia heroica, que es pre– ciso reconocer. La historia de tales fundaciones a lo largo de un siglo así como la de los progresos de los pueblos puede seguirse fácilmente a través de las relaciones que sobre el estado de la misión fueron enviando los Prefec– tos o superiores de la misma y que van recogidas igualmente con los restantes documentos . Sólo siento sobremanera que en dichas relacio– nes se echen de menos datos y noticias más concretas, más pormenori– zadas, así como descripciones más detalladas de las propias poblaciones, de las iglesias, retablos, imágenes, pinturas, etc., etc. Todo esto quizás haya parecido a los ojos de los misioneros de poca monta o por lo menos no debió ofrecer el interés que sin duda tiene para el historiador moderno. Lo que sí es forzoso reconocer es que el conocimiento de cuanto en ese aspecto realizaron los evangelizadores de Guayana, hubiera valorizado aún más su meritísima labor en otros campos. Creo ocioso repetir las advertencias que sobre la transcripción de documentos aquí recogidos, orden de los mismos, etc., quedan consig– nadas al final del prólogo puesto al segundo tomo de esta obra y que valen igualmente para el presente y último .

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