BCCCAP00000000000000000000221

124 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA su padre que lo estimaba mucho porq ue era el único que tenía, y cuan– to puedo decir de los trabajos que me acarreó la enfermedad del P. Ma– riano, los mismos causó la de aquel muchacho para con su padre, y a mí me los multiplicó por ser uno de los dos que me había llevado de Altagracia. Empezamos a andar aquel camino de penas, que, como digo, era para todos un Viacrucis . A cada paso me decía el enfermo: "Descanse– mos". Y, luego de sentado, le cogía el sueño y se quedaba dormido con los ojos medio abiertos y con aquella cara tan macilenta que parecía que expiraba. A poco trecho hubimo s de pasar por encima de unos pa– los caídos y se cayó en ellos, arañándose todas las piernas, y yo, volvién– dome a él le dije: "Hombre, por amor de Dios, vaya poco a poco". Y aunque sobrado lo iba, me respondió con el deje que él tiene: "Eso es porque me resbalé". Anduvimos un poco más, como unos 30 pasos, y, queriendo otra vez descansar, se echó al pie de un palo, y aquí pensé yo que expiraba; y, viendo que era imposible proseguir, llamé a mi mu– chacho que cargaba mi hamaca y, llamando cuatro indios, lo mandé cargar en ella y fue preciso que yo, por falta de otro, anduviese con el machete abriendo camino, y lo que anduvimos antes con un cuarto de hora , gastamos ahora toda la tarde. Llegando a los ranchos procuré aquella noche exhortar y desenga– ñar al P . Mariano, diciéndole que yo no tenía esperanza alguna de su vi– da y que no pensaba saliera de aquel monte. Y él me dijo que así lo creía él. Y lo preparé para que se enardeciera en afectos y que, ya que de he– cho no podía recibir los santos sacramentos, los recibiera con el deseo, que Dios le miraría el corazón. Lo alentaba a la esperanza, diciéndole que, habiendo dejado todos los contentos del mundo por Dios y metídonos en aquella soledad por solo su amor y por el amor de aquellas sus al– mas perdidas, que a buen Señor servíamos, que no nos dejaría sin pa– ga. Entonces me dijo: "Yo, antes de pedir la entrada, lo comuniqué con el confesor, diciéndole que me parecía era llamamiento de Dios", etc. Y así platicamos un buen rato. Por la mañana siguiente le hice una mazamorra de cativía, que no tenía otra cosa que darle , que, aunque para los sanos no faltaba aun lo necesario, para los enfermos faltaba un todo. Ahora digo que, estando el enfermo como estaba, si hubiese sido en casa, hubi era sido crueldad obligarlo salir leguas hasta el zaguán. Pues, miserable de mí, ¿qué sería obligarle salir leguas y más leguas a pie descalzo y por camino sin camino, por aguas y pantanos? Que aquel día por curiosidad quise contar las

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz