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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 123 Viendo, pues , que las enfermedades se iban agravando y al mismo tiempo faltando todo s los medios para la salud , discurrí yo el que lo me– jor sería marchar nosotr os dos por delante y los demás salir de allí cuan– to antes, así que llegaran los que habían ido por bastimento: que, al te– ner éste, todos hubiéramos marchado porque había "periculum in mora". Luego lo comuniqué con el P. Mariano y soldados y todos asintieron a mi parecer porque también temía mucho el que yo cayera enfermo. Dispusimos todo por la noche para salir por la luna y hacer buena jor– nada. Se compuso la cáscara del enfermo con una cama para poder es– tar echado, y, compuesta otra para mí, tomamos cuatro bogas cada uno y en otra cascarita vino el soldado de Altagracia llamado Ventura el He– rrero, que V.C.R. conoció. Este venía con su hijo que estaba aun más enfermo que el Padr e. Allí se quedaron los tres soldados con la demás gente y nosot ros nos partimos y nos fuimos a arranchar al río Meamo después de unos recios aguaceros, que éstos nunca faltaron porque estu– vimos con muy grande invierno, de manera que , habiendo crecido tanto el río, temíamos muchos el monte y caños y ríos que habíamos de pasar. El otro día, saliendo también con la luna y a todo bogar, llegamos al río Auarapari, donde habíamos de empezar a ir por tierra, que si a la ida fue camino pesado, a la vuelta no fue otro que un Viacrucis. Al llegar al puerto, se mantuvo el P. Mariano un rato echado den– tro de la cáscara porque aun estaba con la cesión. Después que lo saca– mos se sentó a una piedra, y, como no tuviese yo socorro alguno para ejercitar la caridad, quise ocurrir al divino, y así le dije que sacara la Regla, que la que yo traía estaba sola y desnuda. El me dijo : "¿Qué quiere hacer?" Yo, lastimado de verlo tan pobre, miserable y desvalido, no le pude responder , sino que, tomando la Regla, abrí los Santos Evan– gelios y, queriéndoselos decir, apenas acertaba a santiguarme ni casi po– día articular palabra. Con todo se los dije como pude y podía poco decir. Acabado este acto, que para mí fue de lo más tierno que puedo expresar, le dije: "In nomine Jesuchristi Nazareni, surge et ambula", que fue lo mismo que pedir un milagro, y me volví al otro lado para desahogarme llorando. A un cuarto de legua, poco más, había dos ranchos que dejamos a la iJ a y quisimos ver de llegar allí, y se habían de pasar dos cerritos que, aunque no muy grandes, pero de mal camino por los muchos peñascos. Empezamos a subir y lo que al Padr e le faltaba de aliento, a mí me so– br aba de aflicción y aun se me aumentaba ésta con lo que estaba aun más enfermo que el P. Mariano . Era de ver y llorar lo que padeció

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