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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 121 zó Silva a echar maldiciones contra el día que había salido , contra el co– mandante que lo había mandado, etc. Y saliendo de allí enfurecido, se juntó con otros dos soldados compañeros suyos en lo mal contentos, y altercando los tres con el Padre Mariano de Perafita y arguyéndoles éste sobre algunos excesos que habían cometido, no pararon hasta pedir li– cencia para volverse . Y luego se la dimos por escrito de muy buena ga– na, y lo hubiéramos hecho un mes atrás , como tengo referido. De que ellos digan, como dijeron, de que nosotros los despachamos, es falsísimo, primero porque , habiéndolos nosotros pedido, hubiera sido como juego de niños el despacharlos, aunque hubieran cometido más in– sultos. Y a más de eso, que, despachándolos nosotros, les habíamos de dar prácticos y lo necesario para irse , y no estaban ellos obligados a marchar, faltando nosotros a esto. Lo cierto es que una vez ellos estu– vieron fuera, tuvimos más paz y quietud y más abastecidos de comida, porque los que salían a cazar y pescar todo lo traían a nosotros , y, to– mando nosotros lo puro necesario para los dos, lo demás todo se dis– tribuía según y conforme la necesidad. Y lo que más es que , desde que ellos se fueron, nunca más se escucharon "demonios, diablos, malditos y condenados" , de que abundaban aquellas bocas. Punto aquí y paso adelante. Todo esto sucedió delante de un río llamado Merumé , en donde es– tuvimos algunos días detenidos por tantos aguaceros, de suerte que te– míamos mucho el haber de pasar aquellos tres días de monte a pie, que, como es todo una llanura y había tantas aguadas, era para temer; de ma– nera que el P . Mariano, viéndome ya viejo y compadeciéndose de mí, me dijo que yo me podía hacer cargar por los indios y no hubiera sido gran trabajo , que mucho más cargaban de lo que yo peso . Pero se trocaron las suertes, como luego veremos . Ya teníamos recogidas 150 almas y empezaron algunos de los nues– tros a enfermar. Empezaron las enfermedades con una tos muy grande a la noche; apenas nos entendíamos; y esto de la tos también cogió a muchos de los indios nuevos. Luego les entraron a los nuestros unas calenturas recias con vómitos y una total inapetencia y sólo tenían ga– nas de dormir, de manera que, si andaban un poco, se sentaban luego en tierra y allí quedaban dormidos, y no parecía sino que a todos les había dado lo que llamamos borrachera , porque apenas podían dar cuatro pa– sos, que se caían en tierra como muerto s. Y llegó esto a tal extremo , que si yo hubiera sido fácil en creer lo que los indios, hubiera dicho que se habían valido los indios nuevos del arte diabólico.

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