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PROLOGO 13 Si no es fácilmente comprensible el proceder de los gobernadores de Guayana en muchos casos, lo es menos aún la insistencia de los obis– pos de esta diócesis, erigida en 1790, tratando de conseguir o insistien– do en la entrega de aquellos pueblos a su completa jurisdicción para po– ner en ellos sacerdotes seculares, cuando se sabe, y ellos mismos lo re– conocen, que no tenían clero suficiente para atender espiritualmente a los españoles que formaban ellos solos varios pueblos. A eso se agregó un hecho que prueba una vez más el ambiente que aún en Guayana se respiraba, fruto de las ideas liberales de la época. Me refiero a las Cortes generales y extraordinarias de Cádiz. Manifesta– ción palmaria de eso mismo es el memorándum enviado por el obispo electo de aquella diócesis, D. José Ventura Cabello, que no llegó a con– sagrarse, y las instrucciones por él dadas a su comisionado y también del gobernador ante dichas Cortes, D. José de Olazarra, y sobre todo el memorial presentado por éste, lleno de afirmaciones gratuitas y, lo que es peor, calumnias sobre la vida y actuación de los misioneros. Por eso he querido recoger aquí ambos documentos, ante los cuales, no te– niendo defensa alguna los acusados por no estar enterados del conteni– do, decidieron las Cortes lo que era de esperar: la rápida y urgente en– trega, sin excusas ni pretextos, de los pueblos misionales en manos del obispo de Guayana . La vida de aquellas Cortes fue efímera al igual que sus determina – ciones. Por lo que hace a lo decretado respecto a las misiones, una real orden de 1815 dejaba sin efecto la expresada entrega, después de haber presentado los misioneros capuchinos al rey la más enérgica protesta jun– to con una documentada exposición de las circunstancias en que se en– contraban los indios , que la hacían imposible . Lo triste es pensar que, mientras tales vanales cuestiones se deba– tían, se dejaban sentir por todos los rincones de la futura república de Venezuela los terribles efectos de la guerra emancipadora. Guayana los experimentó también, si bien más tarde que los restantes territorios, y las consecuencias fueron la total extinción de aquellas misiones capu– chinas, después que las tropas de Piar se apoderaron de los pueblos mi– sionales y ocuparon aquella región en los primeros meses de 1817, junto con la muerte cruel e ignominiosa de los misioneros por el mes de ma– yo en Caruachi. Se ha acusado a los misioneros de haber tomado parte en la de– fensa de la provincia de Guayana contra la invasión de los patriotas . Lo hicieron, es verdad, pero en modo alguno personalmente sino propor-

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