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120 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA los varones a cazar y pescar, quedándose él solo con las guarichas o hem– bras . Y punto aquí hasta que convenga declarar más. Aquí nos detuvimos esperando a una partida de indios con dos soldados que habían ido a una ranchería. En este tiempo uno de los soldados llamado Ortega, de quien los indios nuevos decían que era muy malo por andar siempre cogiendo gua– richas ; y qué lástima que unos infieles y como quien dice brutos, ha– yando de argüir de malo a un español, criado entre cristianos, que saben y deben saber que hacer tales cosas en contra la ley de Dios, de la razón y la naturaleza. Este español, con otro soldado llamado Silva, tenía dos perros que habían cogido en la isla. Pidió licencia, pues, al P. Mariano para ir a caza con ellos y le pidió tres muchachones, lo que le concedió el Padre. Vinieron por la tarde con un puinca o puerco del monte, dos la– pas y algo más. Entonces le dijo el Padre: "Hombre, ustedes ya tienen bastante con las dos lapas, y el puinca se podría repartir entre la gente nueva, que a ésta no se les da licencia para salir a cazar por temor de que se huyan" . A que respondió el soldado que no quería y que lo que más haría sería darles la cabeza. La mañana siguiente hizo lo mismo y continuó por algunos días, hasta que las madres de los muchachos fue– ron al P. Mariano a pedirle sus hijos para que salieran a cazar para ellas. Viendo el Padre que la petición de las madres era tan justa, me lo comu– nicó a mí. Para que se hiciera con toda pacifiquez discurrimos llamar por la mañana al más viejo de los dos y decirle aparte lo que convenía. Así se hizo, y llevándoselo el P. Mariano dentro del monte, le dijo: "Ya ve usted cómo estamos: van ustedes almacenando carne y los demás no tie– nen qué comer; es preciso que ustedes vuelvan los perros a sus dueños para que éstos puedan salir a buscar la vida, y todos los que cogieron perros de los indios nuevos, harán lo mismo". Los demás no tuvieron re– paro en volver los perros pero Silva se enfureció que él no los alargaba, siendo así que en rigor no eran suyos ni lo podían ser porque él no los cogió, sino que dijo a un indio: "Coge aquel perro para mí y aquel otro para mí". Y si esto valiera para ser suyos, también pudiera decir: "Co– ge aquel fusil para mí , aquel chinchorro para mí, y, por fin, húrtalo to– do para mí". Entonces le dijo el Padre: "Pues usted solo se irá a cazar con los perros y no llevará indio alguno", y como él sabía que los perros no lo habían de seguir, dijo: "Pues los Padres nos darán de comer". Y el Padre respondió: "Eso sí, como siempre; si hay mucho , mucho; si hay poco, poco, y si nada, nada, pasarán como nosotros". Entonces comen-

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