BCCCAP00000000000000000000221

MIS10N DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 117 si este Caroní fuera un río como aquel: que aunque antes de llegar a las islas nos ponderaban mucho dos o tres raudales por muy malos, pero, una vez vistos, entendí que eran malos de pasar con cáscaras, que según los raudales y chorreras, que yo he pasado por otros ríos, ni nombre de chorreras merecían. Al segundo día de navegación llegamos a la boca de un río llamado Curepún y allí supimos que en uno y otro lado de Mazaruni había ranche– rías. Luego repartimos la gente, unos por aquí, otros por allá. De una parte nos trajeron ocho almas, y de la otra 27, con que ya tuvimos prác– ticos para proseguir. En una de estas rancherías fueron dos soldados llamados Silva y Francisco; éste, luego que llegó, como vio que nosotros teníamos pescado en una barbacoa, pidió al P. Mariano de Perafita que le diera pescado para comer . Dicho soldado llevaba en la mano uno o dos cuartos de "puinca", y le dijo el Padre: "¿De quién es esa carne?" Y respondió que "mía". "Pues cómasela, hombre, le dijo el Padre , que el pescado lo tenemos para la gente nueva" . Y este es el único caso por don– de ellos pudieron decir de que les negamos la comida, como lo dijeron para encubrir sus absurdos que cometieron. Aquí les arguyó el P. Ma– riano contra algunos abusos e, insistiendo ellos pretendieron que se seña– lara un cabo. Yo entonces, no pudiendo sufrir más, me fui allí y les dije: "Si no hacen caso de nosotros, ¿cómo lo harán del cabo"? Porque yo les había dicho muchas veces el que siempre se arrancharan junto a nosotros y que para la comida hicieran rancho común y no hubo forma de hacer– lo, y de modo se embravecieron que dijo Silva que, si no nos gustaba, ya sabían donde estaba el camino. Y después supimos por otro soldado y por los indios de que ellos se querían volver por la mañana, y nosotros lo hubiéramos tomado a buen partido, porque no hubo quien nos diera tanto que merecer como ellos. Pasamos adelante y, llegando a la isla de Mérida, nos pidieron los soldados Silva, Pérez y Ortega que el arroz se repartiera, esto es, que se les diera a ellos el que les tocaba, y lo mismo hicieron los otros cuatro. Todo se lo concedimos a fin de que quedaran contentos. Pasamos el río Merumé y a este lado, por un caño llamado Arima, fue el P. Mariano con algunos indios y soldados y trajeron unas cuantas almas; después empezamos a pasar islas y más islas y, como son tantas, no pude sacar más diseño del río. Prosiguiendo el viaje, se halló más rastro de gente. Fue una cás– cara registrando y fue tanta la pachorra , que para mí fue el día más pe– sado que habíamos tenido, porqu e estuvimos seis horas parados, sin des,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz