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72 FUENTES PARA LA HISTORI A COLONIAL DE VENEZUELA corsarios que envía el jefe comandante de la provincia y también a las partidas por tierra que quiere enviar . Yo me hallo tan persuadido, jun– to cop todos misioneros, a lo nocivo que es ese ilícito comercio para el bien del estado y de la religión , que afirmamos no ser posible tener in– cremento estas provincias con los labradores que se necesitan, más que de comerciantes , par a tener solidez hasta que enteramente sea extingui– do . l:o nocivo en extremo que es a la religión, es todavía más evidente, pues con el comercio que se pueda internar hacia las provincias de Gua– yana, Barinas, Santa Fe, Alto Orin oco, etc., resulta el grande fomento y extensión de la herejía que con el fruto de su comercio consiguen los herejes de los españoles, dejando solamente entre éstos lo aparente de cuatro ropas y vagatelas, por lo que llevan de tabacos , mulas, cuerambre y todo lo que contribuye a la verdadera utilidad para el poderoso esta– blecimiento de sus colonias, que extienden y fijan con solidez. A que les ayuda not ablemen te el tener por este medio mucha proporción para la esclavitud de los indios del distrito de estas nuevas reducciones, que llevan a sus habitaciones y reciben de mano de los caribes que se los venden cuando sube y baja el Orinece, del pernicioso comercio ya men– cionado. Y, en el supuesto de esta mi persuasión, confío que nadie po– drá entender otra cosa sino que los misioneros capuchinos catalanes ve– laremos siempre, en lo que les sea posible, contra una tal abominación, y que cumplirán con los gravísimos cargos de conciencia que les dicta es– ta obligación, conocida por su estado de eclesiásticos , religiosos y vasa– llos de su Real Majestad. Que, supuesta la fragilidad humana, no pue– den excusarse los reparos que pueden embarazar grandes bienes, como los notados, especialmente cuando aquellos son contingentes remota– mente para impedir a éstos, según así conceptúo que sólo se pueden aprender, y así solamente moverán la grandeza del ánimo de Su Ma– jestad para despreciarlos. Que me ha dictado la experiencia de muchos años el que jamás se hará más ni menos comercio ilícito en el Orinoco del que quisieren los jefes gobernadores y comandantes de estas provincias, tanto si el Orino– co está pob lado con misiones de indios, como si está desierto entera – mente de ellos. Que finalment e, prohibiéndose la población de esas dos dilatadas naciones en las márgenes de Orinoco, sus tierras, y no siendo posible a otra parte, sería cerrarles de una vez las puertas de la redención y del cielo, continuando en estarles abiertas las del abismo y eterna perdición, lo que tanto horror causaría al piadoso corazón de Su Majestad, cuando

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