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68 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA netos de Guayana ni menos contra persona alguna, de que fuese posi– ble reducir a vida civil ni cristiana a las dos dilatadas naciones de gua– raúnos y aruacas, pero se hizo experiencia de lo contrario y se va hacien– do todos los días en los citados cuatro pueblos con próxima esperanza de otros muchos, lográndose uno y otro con la paciencia y trabajo; en vista de lo que, con el establecimiento de estas cuatro fundaciones des– de el año 1760, han demostrado estas dos naciones, y por consiguiente, que nadie pudo tener dicha experiencia en aquella ocasión antes de la citada real orden para tenerla presente al tiempo de informar a Su Ma– jestad, pues sin duda habría entonces cargado la consideración el celo supuesto de un informante fiel en puntos tan importantes a la delicade– za con que S.M. se interesa piadosamente en la reducción de los infie– les de dos enteras naciones, si en aquella ocasión hubieran dado las mues– tras de ella que han dado posteriormente. Comprueba no haberla al tiem– po de la información el ver que el juicioso informante sólo hizo mención del pueblo de la nación pariagota, llamado Suay, ya mudado hoy en sitio sano, sin que la hiciese de los citados cuatro de guaraúnos y aruacas, y que esto arguye ser posteriores a ella. Que la transmigración de estos cuatro pueblos a la margen occiden– tal del río Caroní, diez o más leguas de su boca, es enteramente imprac– ticable, sin que se escandalicen las dos naciones enteras y sin que se pierdan los indios trasladados a dichos sitios de los anunciados cuatro pueblos, pues sé de fijo no querrán apartarse de sus amados caños, en donde tienen los vestidos y comidas de sus crianzas por las varias palmas, piñas, peces, guarumas, cangrejos, etc., con que allí les provee la natu – raleza, y no en las señaladas márgenes del Caroní, que sólo contienen regularmente la aridez de cerros pelados, peñas y tal cual isla en el cen– tro vestida de arboledas, pero pequeñas en comparación de las dilata– dísimas y frondosas, que gozan en las anchuras de las bocas del Orinoco, y, si bien que salen de ellas a las márgenes de este río a población, es en la corta distancia que no les embaraza el gozar de es.os sus nativos bienes, que tanto estiman, junto con el del comercio principal de sus canoas, pi– raguas y curiaras de que les ofrecen conveniencia principalísimamente los palos de estimados anegadistales de las bocas del Orinoco, y, por es– ta adhesión a estas aguas, todos habíamos hecho, hasta ahora, un con– cepto general que ya era impracticable su reducción por serlo igualmen– te el que misionero alguno pudiese vivir en sitios tan penosos y en su compañía. Agrégase a esto de principal lo que la experiencia ha enseñado en el año de 1742, en que sacaron del Orinoco los religiosos Observan -

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