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352 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA sus bienes por la sobrada pasión de los amigos de D. Manuel Centurión , como se deduce de muchas cláusulas de los autos que, por orden de V.M., fueron remitidos y vistos en el tribunal de justicia, atribuyéndoles falsa– mente que nos daban certificaciones para informar contra D. Manuel Centurión, y pensaban muy mal porque ni nosotros a ellos se las pedi– mos ni ellos nunca nos han dado ni ninguna otra persona instrumentos para representar contra D. Manuel Centurión ni para probar nuestros arcolados (sic) procederes, ni se hallarán tales documentos de seculares en los tribunales, que tengamos presentados. Bien necesitábamos de una declaración de nuestro síndico D. Félix Farreras que por haberlo sido más de 38 años continuos, hasta que murió, podía hacerla para manifes– tar cómo nos portamos en la observancia de nuestra vida común, mane– jo y acreditada administración de los bienes y frutos de los indios, y por el miedo que tenía de perderse y tener muchos hijos, no se atrevió ha– cerla, y nos consta que bastantes pesadumbres le hizo pasar D. Manuel Centurión por razón de ser síndico y su casa posada nuestra. Nos halla– mos muy apesadumbrados viendo que por causa de nosotros padecían tantos inocentes, por cuyo motivo disimulándonos, nos viraban ( sic) las espaldas. Un oficial capitán me vino a avisar secretamente que excu– sásemos ir a su casa porque D. Manuel Centurión tenía puestos espías para saber las casas de nuestra entrada. No son creíbles los muchos artificios de que usaba para desacreditar– nos e infundir desprecio de nosotros a la gente de la capital en sus ter– tulias y conversaciones; hablando de nosotros usaba con desprecio de los términos los lanudos, los chivatos y publicaba que nos sucedería como a los Jesuitas, como lo asegura el P. Félix de Tárraga en la certificación que presento B con el debido respeto. Y de eso me quejé con dicho D. Manuel Centurión, diciéndole: "O nos ha de suceder, o no; si ha de sucedemos, como los Jesuitas, téngaselo secreto en su pecho, como lo hi– zo el rey nuestro señor, teniéndoselo reservado en su real pecho hasta la ocasión de sucederles el lance a los Jesuitas; si no nos ha de suceder, no lo finja Vuestra Señoría porque no saca más provecho que infundir menosprecio de los religiosos a los seculares". Por no haber sido nuestro auxiliar, se nos perdieron en su tiempo dos pueblos de indios: el uno de guaicas del Cavallapi, en el año de 1770, en tiempo que el P. Prefecto le dio la citada certificación de sus méritos; el otro, el de Gurumapati en el año de 72, por no habernos querido dar soldados de escolta, por cuyo motivo los indios mataron a su Padre misionero, cuando iba con ellos a buscar indios al monte de su

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