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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 351 dos sus apasionados, a los corregidores y administradores por ver que ya se les acabó el despotismo del manejo de los indios y de sus bienes (sobre que por haberlo informado con verdad otras veces el P. Prefecto, puedo por ahora excusar el repetirlo), habiendo de entregar los pueblos con tanto disgusto en el estado de antes, y, para disimular su mala ver– sación y conducta de los corregidores y administradores, no es de admirar que relacione D. Manuel Centurión tantas estudiadas y supuestas utilida – des y aumentos que se consiguieron en el tiempo de su administración, y muy al contrario se manifiesta en el documento que presentó el P. Procurador con la letra A. Es muy falso decir que D. Manuel Centurión ha dado a la Rvda. Comunidad alguna limosna, ni dado cosa de su cau– dal, sí algún pequeño regalo ha hecho a algún religioso particular: no lo sé ni nos ha dado fundamento para pensar que haya sido nuestro pro– tector y auxiliar, pero sí que tenemos fundamentos para creer lo con– trario. Pero el disgusto que tuvo de haber de entregar los pueblos por saber que continuamente, contra razón y justicia procuraba desacredi– tarnos en todas partes y singularmente en los superiores trib unales con falsos informes, como se ve atribuyéndonos varios delitos y malos pro– cederes , preguntados artificiosamente sujetos por ser declarado s malicio– samente bajo juramento. Preguntado el P . Jaime de Puigcerdá qué defec– tos son aquellos de que nos acusa D. Manuel Centurión de los cuales se dice en la cédula de diez de noviembre de setenta y cuatro , que se excedía imputándoles defectos que no habíamos cometido, y me respon– dió: que nos acusaba de incendiarios de veintidós casas, como se refiere en cédula de 20 de septiembre de 1772. Siendo así ya no respondo aho– ra al intento D. Manuel Centurión con lo que refiere , presentando con– tra el P. Jaime la carta del P. Prefecto Fray Bruno de Barcelona, porque no le pedía escribir que fuese de incendiarios a dichas casas. No solamente nos persiguió impidiéndonos los recursos que hacía– mos a Vuestra Majestad por estos asuntos tan graves, instando a los go– bernadores de Cumaná y Caracas para que no permitiesen que se em– barcase el Procurador Fray Jaime de Puigcerdá, y también envió solda– dos para cogerlo y traerlo preso, sino que también persiguió a todas aquellas personas que sabía eran nuest ros bienhechores o familiares, co– mo al sastre Mir porque supo que nos envió unas cartas recomendadas de Santa Fe y porque nos prestó unos caballos para retraernos de la ca– pital a Caroní, y a los cuatro siguientes: D. Juan Bautista Dapelo, D. Manuel Daniel , D . Santiago Benaldes, D. Gabriel Amat y al mismo sas– tre Mir , que cuatro años corrientes hace que están presos y embargados

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