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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 327 dos, como nos lo enseña la experiencia; no hay que alegamos el ejemplar de las poblaciones de indios a indios y de territorios en donde se hallan, porque los indios del alto Orinoco no tienen entrada a Esquivo ni comu– nicación, ni se consideran amigos ni aliados de los holandeses; son indios perseguidos de los caribes y pobladores portugueses y se miran como encerrados y cogidos por todas partes y de muchas naciones: que ahí ape– nas quedan algunos indios, y de otras se ha perdido hasta el nombre por motivos de guerras y poitos. Estos otros que nos hacen discurrir cómo los debemos poblar y mantener, son indios guaicas, macuichis, cucuico– tos, acauayos y otras naciones, todas amigas y aliadas con los holandeses, y como a tales los tratan ellos y se valen de ellos en las apreturas, como se sabe que lo hicieron en Curentin estos años pasados por levantamien– to de sus negros esclavos, y mediante esto los indios van a vendelles ( sic) sus poitos y lo que tienen , y los holandeses van a sus tierras a com– prarles, y por esto los indios tienen todo lo que necesitan. Los indios que nos sacaron de Mayare a balazos , después que nos habían recibido en paz y nosotros tratándolos bien, a la salida nos salieron con balas y de– cían y nos gritaban: "Váyanse los españoles y queremos a los holande– ses, que son nuestros cuñados y parientes". Y los indios bajaron a Esqui– vo a dar aviso al gobernador que los españoles estábamos en aquellas tierras, y los holandeses les dieron pólvora y balas y les dijeron que defen– diesen sus tierras. Un español que en aquella ocasión se hallaba en Esqui– vo, trajo esta noticia a la Angostura y decía que el gobernador de Esquivo les preguntó: ¿qué van a buscar los españoles en aquellas tierras? Como sé que siempre hay negros o mulatos en aquellas tierras, por esto he pen– sado que tal vez habría alguno con los indios que nos gritaban, y que asi– mismo le habría con los indios que mataron a los españoles de D. Vicen· te, o instado de los holandeses, pues que les dicen que defiendan sus tierras y para eso les dan municiones, o notado cómo los indios van entre ellos corriendo la tierra, como así fue en el año cincuenta, que estuvo uno en la misión de Tupuquén así disfrazado, en que lo miré y me parecía ser con las acciones, y lo habría cogido a no ser que temía un alboroto de los caribes que lo defendían. Y éstos, después del levantamiento, me dijeron que era un mulato de Esquivo, que se llamaba Yan Brur, y que vino a enseñarles cómo se habían de levantar y matar a los españoles, nombrando primero diez caribes por cada español, y los otros, para hur– tar. Es mucha verdad que así lo hicieron en una misma hora en los tres pueblos de Cunuri, Tupuquén y Miamo. Estos indios guaicas y los otros de que hablo, también tienen entre sí sus persecuciones , de cuyas resul-

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