BCCCAP00000000000000000000220

260 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA aquélla D. Vicente Díez de la Fuente, quien demostró mucho contento por ver llegar allí Padres misioneros, que fuimos los primeros que pisa– mos la ciudad de Guirior y dejamos allí señal y paga. Dicho Sr. Co– mandante nos hospedó en el castillo; por no haber allí casa de Padre ni iglesia ni otra cosa de comodidad, nos fue preciso ocupar dicho castillo. Esta ciudad de Guirior consiste en el castillo, cuya fábrica de ba– jareque tiene sobrados, en el que están los cuatro pedreros que monta. El cuartel consite en una ranchería o caney, seis o siete ranchos, en que habitan los blancos y negros, y 16 ranchos de indios. El número de gen– te que compone y ocupa dicha población de Guirior consiste en 20 al– mas de comunión, esto es, entre soldados, vecinos y vecinas, y los indios son 120 almas; el número de los negros, entre hombres y mujeres, de 26 personas. En esto consiste toda la gente que hay en Guirior. El sitio de Guirior es muy disparejo, muy incómodo para población por los zanjo– nes, y ser tan húmedo, y creo ésta es la causa de ser tan enfermizo, pues entre los habitantes, exceptuando los negros, no vi una persona de ente– ra salud, como ellos mismos lo confiesan y lo manifiestan también el ha– ber muerto, en el espacio de nueve meses, 82 indios, 14 personas entre blancos, españoles y negros, y dejo aparte otros que han muerto por mo– tivo que no es enfermedad. Estos y otros motivos, que en confianza y bajo secreto me manifestaron, son la causa que toda la gente, soldados, vecinos e indios viven muy disgustados, y lo manifiestan la fuga de siete soldados y algunos indios, y los demás creo que con más gusto se vol– verían de lo que fueron, porque, además de ser enfermizo el país, por el mal trato en las personas y por lo poco que hay que comer, que, a excep– ción del casabe, no tiene otra cosa segura, porque el pescado es muy me– nudo y la cacería muy poca. Volvamos a la indisposición del P. Buenaventura, mi compañero, que desde el día que lo acometieron las calenturas, pasando el raudal de Maysa, nunca se vio libre de ellas; antes bien, cuanto más se acercaba a Guirior, tanto más se le iba agravando la enfermedad; y, aunque hizo un esfuerzo de andar a pie desde el puerto hasta el castillo de Guirior, pe– ro no fue más que aumentar el cansancio y perder fuerzas y aumentársele el mal. Me pidió con mucha insistencia le administrase los santos sacramen– tos, a lo que me resolví el día 3 de octubre, que los recibió con singular devoción, lágrimas y ternura y edificación de todos los circunstantes; y, aunque estaba tan flaco que apenas podía levantarse del catre, pero tu– vo valor para bajar de él e hincarse de rodillas en el suelo, luego que

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz