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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 259 muchas piedras, y es preciso descargar las curiaras; y, pasando, estuvi– mos allí tres días detenidos. Y el 20 salimos continuando la navegación y pasando otros rauda– les pero no tan peligrosos como el referido. El día 31, muy deseado por ser el día que llegamos en el pueblo de San José de Caroní Chiquito, en donde pensábamos tener algún des– canso y alivio, pero fue muy triste, pues, al ver los aspectos de los dos sargentos Luis Pérez y Alonso Valdés, los cinco soldados en que consistía la guarnición, bastante daban a entender la muy poca salud que gozaban; juntamente con la memoria de lo que allí había sucedido por el marzo inmediato anterior, esto es, haber los indios quemado enteramente el pueblo, sin quedar más rastros ni señal de haber sido pueblo, que las cenizas y pavesas y haber muerto el sargento Paye, el cabo Vicente Ana– cleto, los soldados Antonio de los Santos, José Caracuey Almeida, Fer– mín de Caracas, Manuel Jiménez, León de Araya y Robles, y no haber más edificios que unos cuatro ranchitos y catorce almas de indios. Todo fue motivo para aumentar la melancolía. Allí estuvimos cinco días para descansar y tomar un poco de bastimento. El día 5 de septiembre salimos del referido pueblo, que había si– do, que queda a la derecha subiendo para arriba; a la siniestra queda el Caroní Chiquito. Y llegamos el día 7 al pueblo que llaman de San Gabriel, donde no vimos ni casa ni alma alguna, ni señal de pueblo, excepto la cruz, y así no hicimos detención más que para tomar refección. Y, prosiguiendo viaje, llegamos el día 5 al raudal de Maysa, a las 4 de la tarde, y a las 6 tuvimos un gran aguacero con muchos truenos, ra– yos y un viento tan frío, que con la capa y frazada teníamos mucho frío. Esta noche fue cuando empezó el P. Buenaventura a enfermar con calentura, que le entró con frío y vómito. Le duró la afección hasta el siguiente día, dejándolo tan postrado de fuerzas, que no tuvo aliento para pasar por tierra al otro lado del raudal, que su camino tendrá de dis– tancia una legua. Este es el raudal más malo que se encuentra, por la mucha corrien– te, y se arrastraron las embarcaciones y estuvimos tres días en este tra– bajo. De este raudal para arriba hay mucha corriente y por eso es traba– josa la navegación. El día 23, a las 11 (?) de la madrugada llegamos a Guirior, salvan– do nuestras embarcaciones al castillo, correspondiendo éste con los cua– tro pedreros que tiene. Luego vino a recibirnos el Sr. Comandante de

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