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256 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA ta al P. Prefecto que las hizo venir, que se pagaron con limosnas de mi– sas y salieron por cabeza a diez reales, puestas en Suay; no podemos dar más pruebas porque son muertos los que las trajo de limosna y el que las pagó, y nos las han quitado, sin pedirlas, diciendo que son bienes de indios y se venden la lana y no nos las quieren dar sino pagando, y es cierto que no me quiso dar el administrador unas varas de lienzo que hice tejer, menos que le asegurase que le daría otras tantas varas de otro lienzo. El P. Prefecto y Conjueces mandaron hacer una casita o cuarto a la capital para hospedarse los religiosos cuando íbamos allá por alguna dili– gencia por no dormir en casas de seculares y hacerles mal obra. Como nosotros vivimos vida común y así manteníamos al dicho religioso de to· do lo necesario, y por esto los religiosos cualquier limosna de misas o ser– mones y otras que adquieran las entregan al síndico o P. Procurador pa– ra la masa común que mantiene la Rvda. Comunidad, dicha casita se pagó de limosna de misas y sermones, y también nos han pillado esta casa con título de bienes de indios, así como nos han quitado también la pro– cura que se compone de productos de limosnas de misas, sínodo y otras gratuitas, que teníamos algunos de ellos de muchos años atrás para cuando se ofrecían las necesidades o nuevas poblaciones, casas de los Padres, iglesias y entradas, y la plata era para un retente y en caso de necesidad, por la experiencia que tenemos que pasan algunos años sin co– brar los sínodos, y esta plata no es de los frutos de los indios sino de li– mosnas de la Rvda. Comunidad que, para la observancia de la vida co– mún, se tenía bajo de dos llaves, la una en poder del P. Procurador, la otra del síndico. A Fray Carlos de Barcelona, enfermero de esta Comunidad, dijo el Sr. Comandante general que por ahora nos darían la carne de limos– na; lo mismo ha dicho al P. Jerez, andaluz, según me ha referido nues– tro P. Tárraga, y será verdad porque lo mismo dicen los corregidores y ad– ministradores, y con esperanza nos dan ya la carne con medida , pues no somos árbitros de dar un pedazo de carne a los indios ni a un pasa– jero español, y son reprendidos los indios que a veces vienen a comer a la cocina de los Padres, a que estaban acostumbrados con libertad; tam– bién se nos niega a veces un caballo de silla o de carga. Los religiosos se miran aborrecidos; les es causa de retraerse de su vocación y oficio por no poder cumplir con el fin a que nos envía el rey y los superiores, y se atrasará la reducción porque faltarán operarios. Por fin, V.E. se dignará

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