BCCCAP00000000000000000000220

MÍSION DÉ tos CAPUCHINOS ÉN GUAYANA 253 que, de contrabandistas, parece que los asiste la fortuna para entrar de administradores de bienes de los miserables, que tanto tienen como sus fiadores, esto es, porque van a lo seguro. No dudamos que informarán mucho contra los religiosos, pero, co· mo tenemos prevenido a los religiosos con la paciencia para que callen, más que vean que todo vaya al través, no sabemos defectos sustanciales: Dios manifestará la verdad y, sabiéndose las propiedades de la gente que informan, no causará admiración y menos sabiendo de cierto que el ad– ministrador les ha hecho los memoriales contra los religiosos y es nues– tro enemigo declarado, porque algunas veces el Prefecto ha informado al Comandante general de su mala conducta, que no se fiara, que deja morir las bestias, las crías, por no curarlas ni desgarrapatearlas, y que le escribió al administrador "que era verdad, que había embarcado dos mulas y que esperaba embarcar muchas más en el barco de Juan Ya– nes, que tenía licencia del Comandante general para ir a la Martinica". Con esto y sabiendo, como nos han informado personas fidedignas, de que tienen órdenes secretas de uno de los jefes, y el portugués del Mia– mo dijo al Padre de Topuquén que no se podía dar mejor plato al Sr. Comandante general que decirle que han dado que sentir a algún religio– so. Por esto tenemos mucho, que sufrir muchas. . . No sería de admirar que algún religioso enfadado hubiese proferido alguna palabra, como el P. Agustín de Barcelona, que escribió al corregidor Sixtos (sic), que no reconocía a D. Diego Bello por cabo, y en las declaraciones que el Pre– fecto tomó al religioso sobre este particular y las envió al Comandante general, manifiesta claramente los motivos que tuvo para escribirle. Bien sabido es el modo de hurtar de esta gente; como pagan peo– nes que ocupan para sí, con ropa los mismos indios, perteneciéndoles de sus frutos, compran alguno un poco de ropa para una camisa, y con este pretexto de hacer otras de la ropa de los indios; el otro compra dos ovi– llos de hilo y mete seis libras más de los telares de los indios; compra seis cueros de las villas y entre medio de éstos se pone otros tantos del común; así es de las demás cosas, sin las que toman de balde a los indios y otras a menos precio, como un buen caballo por una hacha mas que no quiere el indio; no es mucho pues dice el corregidor del Palmar que con un ronco (sic) y amenaza de cepo, saca de los indios cualquier cosa; pues ¿qué podemos pensar que harán del repartimiento de ropas y demás pro· duetos de los frutos de los indios, si para hurtar van a buscar las cosas fuera, qué no harán de las que ya tienen en sus manos por administrado– res? Ellos se descubren unos a otros. Delante del P. Prefecto y P. Félix

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz