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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN GUAYANA 235 a quien dedicó un libro. Por consiguiente este personaje no le acomodaba mucho porque su prevención bien advertiría que la misión estaba muy sostenida y que, quitado este obstáculo, podría mejor girar sus ideas, sin recelos de contra peso que este religioso le pudiera hacer con sus infor– mes. Pero la casualidad favoreció tanto a sus deseos, que, habiendo man– dado el rey que todos los extranjeros que estaban en las Américas se re– tirasen a España, manifestó tanto su complacencia, que inmediatamente sin más fundamento que por el nombre de Sautó y sin tenerle cuenta de averiguar en qué parte del Rusillón ( sic) había nacido, si del que co– rresponde a la Cataluña o a la Francia , envió a buscar dicho religioso y los embarcó en una lancha tan precipitadamente para La Guaira, que apenas le dio tiempo de tomar unas sandalias, despedirse de su hermano compañero y de coger el breviario si no lo llevase consigo: por fin mar– chó, entregado a una escolta de soldados cual otro reo, hasta entregarlo al comandante de La Guaira. 47. - Nadie sabía el efecto que causaba aquel rigor; compadecíanse justamente los que le miraban, pero el santo Padre, con un espíritu mu– cho más grande que la complacencia de aquel Comandante, marchó con· tento y alegre, como quien sabía no había delinquido contra su Dios y su rey. . . Para la navegación que emprendió inmediatamente para España se le juntó otro religioso, casi de iguales circunstancias, llamado el R.P. Fr. Jerónimo de Gibraltar, misionero de las misiones de Andalucía, quien por iguales y semejantes motivos se le suponía inglés por haber nacido en el campo de Gibraltar ... 49. - Quería aquel Comandant e tener en su abono instrumento más comprobante a favor de sus operaciones con que poderle rebatir en todo tiempo y, hallándose de Prefecto de las misiones el R.P. Fr. Bruno de Barcelona, religioso ya difunto, de una sencillez incapaz de prevenir ma– licia de este quilate, le persuadió con buena amistad y falaz dulzura que le diese una certificación de abono, a lo que dicho Padre, mediante las fingidas treguas con que le lisonjeaba en aquella ocasión, como en efec– to dispusieron de común acuerdo, que le redujese a una carta laudato – ria, escrita de oficio como tal Prefecto al Comisario general de Indias, expresándole que lo mismo había conseguido y tenían ejecutado los Pre– fectos de las demás misiones . Finalmente, escribióse ésta y se le remitió abierta a aquel Comandante para que, vista, la dirigiese a los reinos de España; pero, no contento de lo diminuto y poco realce que iba en ella, se la devolvió y dirigió una especie de borrador para que se ajustase, y

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